Por Lorenza Torrente Alba
Ilustrado por Sergio Neri
El mismo nombre, que es horripilante, lo dice: «madrastra», con ese final que arrastra la traba, castroso, desastrado. Y es que las madrastras son todo eso y más; habrá sus honrosas excepciones, pero en el inconsciente colectivo —y casi siempre— son un azote y hasta una maldición.
Cenicienta obedeció, aunque llorando, pues también ella
Los hermanos Grimm
hubiera querido ir al baile y, así, rogó a su madrastra que
se lo permitiese. «¿Tú, la Cenicienta, cubierta de polvo
y porquería, pretendes ir a la fiesta? No tienes vestido
ni zapatos, ¿y quieres bailar?» Pero al insistir la muchacha
en sus súplicas, la mujer le dijo, finalmente: «Te he echado
un plato de lentejas en la ceniza, si las recoges en dos horas,
te dejaré ir».
Dice el DRAE que el vocablo madrastra es «el despectivo de madre», es decir, algo así como una madre postiza, a fuerzas, de mentiras, una madre de palo, y la define en primera instancia como: «Mujer del padre respecto de los hijos llevados por éste al matrimonio». Pero ¡ojo!, en una segunda alternativa, la acepción es: «Cosa que incomoda o daña».
Brujildas en todas las lenguas
Y sí, ustedes podrán decir que el español no es muy benevolente con las madrastras, que quizá en otras lenguas —en otras culturas— no sean tan mal vistas, pero temo decirles que la cosa se pone peor; por ejemplo, en inglés, madrastra se dice stepmother o fostermom —algo así como «madre por un mal paso» o «madre postiza». El diccionario Oxford la define como: «A woman who has married one’s father after the death or divorce of one’s mother»1. O sea que madrastras, así de feas, de brujildas, de envidiosas, hay en casi todas las lenguas.
En francés encontramos que se dice belle-mère, es decir, ‘bella madre’. ¿Será broma? La palabra es la misma que para ¡suegra! o mère de remariage —«por segundo casamiento»—, incluso marâtre, que es justo el equivalente a nuestra madrastra. En alemán se dice Stiefmutter, en sueco Styvmoder y en finés äitipuoli, y en todas quiere decir «madre postiza» o «madre de mentira». En Totonaco del sur, madre se dice kintsi y madrasta, kintutsi, con una partícula -tu- intercalada que significa ‘falso, falaz’. Más o menos lo mismo pasa con la lengua tzeltal, en la que mamá se dice me’, mientras que madrastra se dice chaMe’, «mamá de a fuerzas».
Las malas del cuento
La figura de la madrastra malvada es, para la psicología analítica de Carl Gustav Jung, una forma del arquetipo de la madre con rasgos destructivos. Mientras que en una interpretación psicológica, Bruno Bettelheim la describe como una disociación de la madre real en una madre ideal, y la madre falsa en una que tiene todos los defectos que una madre podría tener. Pareciera que esto sólo pasa en los cuentos de hadas, pero también sucede en la vida real.
En general, bonitas o feas, las madrastras son malas «de maldad» y si alguien piensa lo contrario que se aplique el cuento.
No encontrarán una sola madrastra que sea buena, y si la hay, seguro que es la señora Von Trapp2, que más que madrastra fue nana e institutriz.
En los cuentos de hadas —donde las madrastras son canónicas y hacen de las suyas—, esta maldad es obvia. La mayoría de los que llegaron hasta nosotros eran leyendas medievales europeas que se iban contando de boca en boca y que fueron recopiladas por los hermanos Grimm, Perrault y otros.³ En la Edad Media ser madrastra era común, ya que muchas mujeres morían a muy temprana edad de parto o de complicaciones relacionadas con la fertilidad y la reproducción, por lo cual no era raro que los maridos contrayesen nuevas nupcias, muchas veces con allegadas, parientes y hasta hermanas de las difuntas.⁴
La figura de la madrastra surge y se consolida en estas tradiciones orales, quizás condimentadas en el tiempo y en la fantasía —y, ¿por qué no? en la cosmogonía disneylandesca—. ¿Quién sino una madrastra iba a poner a la Cenicienta a separar toneles de habas, habichuelas y garbanzos para impedir que fuera al baile? Y obviamente tenía que ser una madrastra la que exigiría al cazador que le trajera el corazón de Blancanieves como prueba de que la había matado. Y sólo una madrastra⁵ pudo tener el corazón tan gélido como para dejar a Hansel y Gretel a la buena de Dios y sin comida en medio del bosque.
Mi amiga Peri se quedó huérfana junto con tres hermanos más y su padre se volvió a casar con una mujer más joven que él con la que tuvo un hijo; él fue su consentido siempre, a ellos los relegaba o los dejaba a un lado, le ponía cerradura a la alacena y la llave sólo se la daba a su niñito
Ejemplos de a montón
El vínculo de una madrastra y un hijastro es malo siempre, de por sí. Sólo hay uno más freudianamente perverso: la rivalidad eléktrica entre madrastra e hijastra. En ambos casos la recién llegada se casó con su padre. No ponía en ningún sitio que la iba a querer como una madre y la hijastra tampoco la iba a dejar. Además, por ahí dicen que «jalan más dos tetas que veinte carretas», por tanto, en la mayor parte de los casos, el esposo y padre no se entera de nada, y si se entera, se hace de la vista gorda solamente para evitarse pleitos con su cónyuge.
Pero ejemplos de madrastras malas tengo un montón, investigados de forma directa con gente cercana, y aunque es verdad que por ahí se encuentran algunas buenas, la mayoría cuenta historias horribles de ellas.
No sé por qué las madrastras son malas. Supongo que querrían un marido sin hijos. A nadie le gusta llevarse el paquete, pero va incluido.
También he conocido madrastras, es decir, amigas mías que son madrastras, que por azares de la vida se casaron con hombres que ya tenían hijos —entenados, que les llaman— y en tres casos veo a mujeres que son buena onda en general, pero que al platicarme de sus entenadas —sobre todo si son mujeres— afloran sus sentimientos más raros, bajos, egoístas o como quiera llamárseles.
¿Madrastras buenas?
La de madrastra no debe ser una tarea fácil —dicen por ahí que los niños son como las flatulencias, apenas se aguantan las de uno—, pero el pobre niño no tiene culpa de nada, y al ser menor de edad queda al amparo de la nueva mujer de su padre; la relación con la madrastra puede ser tan mala como quiera ella. Muchas intentan ganarse a los hijos del marido buscando su complicidad; otras ni siquiera lo intentan, los ignoran, y otras los tratan mal. En fin, el entresijo es difícil y nadie quiere estar en sus zapatos ni en los de sus madres postizas. Ahora bien, también conozco casos, aunque menos,
de madrastras buenas.
También hay mujeres buenas que han sacrificado su tiempo y su dinero por sacar adelante a niñas desamparadas de la madre y del propio marido.
Por otro lado, la figura de madrastra cambia cuando el padre vuelve a contraer matrimonio o bien se arrejunta con una nueva mujer, pero los hijos ya son mayores y no viven con sus padres; ahí sí, la relación se vuelve política y lejana, a veces tensa, pero no es de sufrimiento.
Un odio ancestral
Las madrastras tienen un gran poder sobre los esposos y, por ende, sobre los hijos, si éstos son chicos, aunque también pueden obstaculizar la relación con el padre aun y cuando sean mayores, como el renombrado caso del pintor que, después de enviudar de la madre de sus tres hijas, se casó con una bruja aprovechada que lo mantiene enfermo, que le quiere quitar su dinero y que impide que sus amigos e hijas lo vean.
Fíjense si no en lo que hacía Lady Tremaine con la pobre Cenicienta. Debe ser complicado ser madrastra. Nunca será tan buena como la madre fallecida o divorciada y sus hijastros nunca la van a aceptar fácilmente. Como contraprestación, puede odiarlos sin pudor, al fin y al cabo, eso se espera de ella: rechazo, mala idea y desprecio; como poco, indiferencia
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- «Una mujer que se casa con el padre de uno tras la muerte o el divorcio de la madre de uno».
- Personaje histórico que inspiró la película The sound of music —La novicia rebelde— (1965).
- v. Algarabía 12, marzo-abril 2004, Ideas: «Los cuentos para niños ¿son para niños?»; pp. 18-23.
- v. María del Pilar Montes de Oca Sicilia. «De casamientos, parteras y abortos». En De todo, excepto feminismo; México: Lectorum Editorial Otras Inquisiciones, 2012; pp. 115-135.
- De acuerdo con Robert Darnton y si se consulta la fuente original de los hermanos Grimm, fue la madre biológica de los niños la que quiso matarlos. Perrault suavizó esta versión y la de Blancanieves culpando a las madrastras.
Lorenza Torrente Alba tuvo una madrastra a la que sufrió y padeció de los 6 a los 21 años.