Revista con estrella
Es sorprendente cómo nos es tan común y cotidiano hablar de estrellas. Basta con voltear al cielo para encontrar una o varias de estas honorables bolas de fuego, tal y como lo hicieron los primeros navegantes para no naufragar —mucho antes de que se confeccionara la brújula.
Y qué decir de los personajes célebres inspirados por estos astros: Van Gogh con sus nocturnas, hermosas y estrelladas pinturas, Julieta Fierro con sus investigaciones astronómicas, Ringo Starr con su vital batacada entre tres genios o los cientos de nombres inmortalizados en el Paseo de la Fama de Hollywood, de los que podría decirse que nacieron con estrella.
La estrella simbólica dicta fechas, acontecimientos, numeralia, calidad como las Michelin, grandeza como el infame sello de los Best seller, la buena conducta cuando éramos escuincles hasta la apariencia de plantas. Pero la estrella va más allá del plano físico, si no, cuenta cuántas canciones mencionan esta palabra, cuántos equipos deportivos se identifican con la estrella o por qué nos gusta creer que los signos zodiacales astrológicos nos guían en esta efímera vida.
En fin, no somos más que una mezcla particular de polvo estelar que desayuna huevos estrellados y a veces lee cosas desastrosas —como el Necronomicrón— aunque intenta siempre conseguir su Algarabía.