Los globos aerostáticos fueron las primeras formas en las que los humanos lograron cumplir el sueño de Ícaro de escapar de una prisión que nos somete, aún más que las intrincadas paredes del laberinto de Creta, el piso.
Es cierto que él nos sostiene, pero junto a su más asidua aliada —la gravedad— también nos mantiene lejos de la cima de la copa de los árboles y es sobre su amplitud —aparentemente ilimitada para los caminantes— que suceden toda suerte de costumbres humanas.
Algunas son maravillosas, como los paseos dominicales, y algunas otras dignas de ser evadidas, como “el buenos días” que decimos a nuestro vecino ruidoso o el pago de deudas. Este último problema fue el que llevó al protagonista — de Edgar Allan Poe en La incomparable aventura de un tal Hans Pfaall— a abandonar el suelo para viajar en un globo aerostático.
Antes de su fantástico viaje, nació en él la idea de vivir la aventura inspirada tras la lectura de un libro lleno de datos históricos, nombres de personajes y hallazgos maravillosos de otros exploradores, inventores y voladores que habían dejado el piso antes que él.
Vivir la aventura del vuelo en globo
Hay dos formas de vivir una experiencia de liberación semejante a la de este personaje y ,siendo honestos, no es necesario tener deudas insostenibles ni vecinos desagradables para tomar la iniciativa.
La primera forma es tomar el libro de Poe y revivir su historia, la segunda es para los más osados —porque implica la creación de una experiencia nueva y única además de la toma de una decisión poco cotidiana— para lograrlo hay que subir a un globo aerostático y emprender el vuelo.
Esta práctica es tan fascinante que, a pesar de los tres siglos que nos distancian de la primera vez que el aire caliente elevó a un pato, un borrego y una gallina, hoy podemos recrear esta aventura con múltiples mejoras.
Tienes la oportunidad de hacerlo este año durante el Festival Internacional del Globo de León 2021, que estará disponible del 12 al 15 de noviembre y que además de permitir esta experiencia maravillosa, decora el cielo con naves de colores que resultan aún más fantásticas que las que el querido Hans logró construir.
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