Para todos los que alguna vez se han dado un putazo, para los que se hacen guajes, para quienes se han agarrado del chongo, para aquellos a quienes les gusta el arroz con popote y traen el nopal pintado en la frente. Aquí les dejamos un análisis de algunos nahuatlismos polémicos vigentes en el español de México.
Mestizaje lingüístico
En el México virreinal, la lengua general más utilizada, por la importancia política del pueblo que la hablaba, fue el náhuatl. Como resultado de esa época de mezcla e intercambio, hoy el español mexicano contiene más de dos mil nahuatlismos, mil toponimias y más de 480 frases y refranes derivados de voces de origen náhuatl.
A pesar de ello, su persistencia en nuestro idioma no ha sido fácil de reconocer, no tanto por razones lingüísticas, sino porque su valor histórico ha cambiado según los intereses sociales, históricos o filológicos de investigadores o hablantes, cuyas interpretaciones a menudo se ven influidas por el exceso de imaginación, el racismo o el nacionalismo.
Pero bien mezcladitos
La persistencia de voces provenientes del náhuatl en el español de México se explica no sólo como un fenómeno lingüístico, sino también cultural; es decir, por su influencia como lengua viva en el español. Desde 1969, el sostenido incremento de la migración indígena y rural a la Ciudad de México explica que, a lo largo de los años, también se haya modificado el habla citadina con la introducción de indigenismos.
No sólo son nahuatlismos aguacate, jitomate, tocayo, escuincle y comal, sino que existen también otras voces más complejas, cuyo origen es aún impreciso y polémico. Sin embargo, gracias a los estudios de numerosos filólogos que se han dedicado a su investigación, han podido develarse conexiones, usos e interpretaciones que han dado nueva luz a su posible etimología. A continuación, enlistamos algunos ejemplos:
Apachurrar
Por un lado, el DRAE considera a esta palabra como resultado del influjo mozárabe, italiano y catalán: de despachurrar, «destripar, abrir la barriga», derivado de pancho, variante de panza.
Sin embargo, Guido Gómez de Silva sugiere en su Diccionario breve de mexicanismos que «apachurrar» proviene del náhuatl pachoa, patzoa, ‘ablandar, apretar, presionar’, en la acepción de «apretar, comprimir o aplastar, sin despedazar».
De una voz náhuatl parecida proviene apapachar: de pahpatzoa, ‘ablandar la fruta con los dedos’, o de pachoa, ‘apretar o acercar algo a uno mismo’.
Chingar
Una de las etimologías más debatidas ha sido, sin duda, la de este utilísimo y polisémico verbo, del que derivan cientos de voces en nuestra lengua. Aunque Corominas sugiere que tiene origen índico —de chingarar, ‘pelear, reprender’—, son tan abundantes los sentidos, los derivados y todas las acepciones consideradas como propias de América, que los lingüistas han sugerido otra base para explicar mejor su origen.
Según el Diccionario del náhuatl en el español de México, chingar no es ni más ni menos que la verbalización del náhuatl tzinco —cuya pronunciación natural es «chinco»—, que significa «ano». De tzinco surgieron otras voces —entre las cuales se encuentre posiblemente el origen de algunos de los usos del chingar actual:
chinanear, que quiere decir «tener relaciones sexuales», de donde viene la frase «¡No me estés chinaneando!» —o sea «chingando», golpeando o fastidiando el culo;
chinana, que se utilizaba para designar un supositorio para la cura de hemorroides; en la zona de Milpa Alta, todavía significa «agarrar a una mujer por el trasero o tener relaciones íntimas con ella», y en Jalisco se trata de una broma de niños que consiste en golpear con violencia el ano con las palmas de las manos unidas;
chinacate —de donde posiblemente provenga la palabra naco— nombre otorgado, durante la guerra de Independencia, a la «gente desarrapada» de las guerrillas de liberales.
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