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Anglicismos

Te invito a hacer el siguiente ejercicio, querido lector: dirígete al estudio, enciende tu laptop, arranca el browser de Internet y accede a la página web de tu preferencia. Cierra todas las ventanas pop-up que aparezcan y un banner publicitario...

Te invito a hacer el siguiente ejercicio, querido lector: dirígete al estudio, enciende tu laptop, arranca el browser de Internet y entra a la página web de tu preferencia. Cierra todas las ventanas pop-up que aparezcan y un banner publicitario. ¡Oops! se trata de un blog y, si no puedes visualizarlo, tienes que activar los cookies o bien, desactivar el firewall del servidor de tu empresa…
En fin, ¿es tan claro para ti este párrafo como lo es para mí?
La lengua materna exalta en los hablantes profundos sentimientos de amor que ayudan a los individuos a identificarse con una cultura o comunidad. Los más nacionalistas tienden a creer que la incorporación de palabras extranjeras a su idioma natal es sacrílego. Un caso claro es el del español, en el que usamos cada vez con mayor frecuencia anglicismos para referirnos a elementos de nuestra vida diaria. ¿Debemos aceptar estas invasiones extranjeras o tenemos el deber de defender nuestra lengua?
Técnicamente, y según acota el drae, un anglicismo es «el giro o modo de hablar propio de la lengua inglesa o el vocablo o giro de esa lengua empleado en otra». Actualmente, usamos una serie de anglicismos que, debido a su naturaleza, son difícilmente sustituibles por vocablos en español, por ejemplo, todos aquellos que se refieren a la tecnología y las ciencias de la información.
Resulta que el español, como toda lengua que crece, evoluciona y se relaciona con las demás, debido al propio desarrollo social, influye y se ve influida por las otras lenguas, pero sobre todo por el inglés como caso particular —aunque no singular—, pues el imperialismo cultural de ee. uu., es decir, su predominio y aportaciones en diversas disciplinas, hace que este idioma esté en todos lados: ciencia, economía, medicina, informática, música… De esta manera, vamos adquiriendo, invariablemente, vocablos que tomamos de forma literal —pues la traducción se queda corta para expresar su concepto— y que poco a poco vamos castellanizando, como pasó con «suéter», «sándwich» o «futbol».
El asunto es qué hacer con estos vocablos cuando escribimos un texto. Bueno, pues no es tan complicado y la regla tiene que ver más con el sentido que marca su mismo uso. Así, si queremos hablar de beisbol, no tiene ningún sentido que lo escribamos «baseball»; pero si vamos a hablar de la cultura hippie, tampoco tiene sentido que escribamos «jipi» o ¿«jipy»? No se usa, precisamente porque nos puede parecer horrible.
Existen tres formas para incorporar anglicismos al español:

  1. La adaptación de la regla ortográfica del español, como en récord, tráiler, sándwich, eslogan, estándar, chequeo, escáner, mitin, estrés, láser, bistec, gánster, jonrón, beisbol, búmeran… En este caso no es necesario que la palabra lleve ningún tipo de distinción tipográfica, como cursivas o comillas —aunque aquí la estemos usando para resaltarlas—, pues su lectura es fluida y el término ya está incorporado.
  2. El calco o traducción de la palabra que se va a incorporar, como en microondas —«microwave»—, aire acondicionado —«air-conditioning»—, entrevista —«interview»—, alta fidelidad —«high fidelity»—, desempleo —«unemployment»—, subempleo —«underemployment»—, tiempo completo —«full-time»—, base de datos —«database»—. Aquí tampoco es necesario ningún tipo de distinción tipográfica.
  3. El adoptarla sin ningún cambio, como en pop, test, software, hardware, chat, chip, laptop, marketing, web, blog, lobby, flashback, spam, pad, punk, junkies, dumping… En este caso sí es muy importante hacer alguna distinción tipográfica —de preferencia letras cursivas, aunque también se pueden usar las comillas— para señalar que el término que estamos utilizando es un extranjerismo, a menos que el uso sea tal que las cursivas salgan sobrando, como en «club», «rock», «ok», «sexy», «jazz», etcétera; pero ésa es una cuestión de criterio editorial que, por cierto, siempre debe ser el mismo.

En fin que lo importante aquí, querido lector, es como diría Goethe:

«La fuerza de una lengua no consiste en rechazar lo extranjero, sino en asimilarlo».

En la sección de comentarios, comparte cuál ha sido tu experiencia con el uso y abuso de anglicismos dentro del español.

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