¡Hijos de mi alma! Como toda la alta sociedad de esta ciudad, estoy verdaderamente conmocionada por lo que ha pasado a últimas fechas. Una de las mentes más preclaras e ingeniosas de toda la historia de la humanidad… ¡tras las rejas! ¡Y por inmoral!
Londres, Inglaterra, mayo de 1895
Pues sí, el extravagante y talentoso escritor irlandés Oscar Wilde ha sido detenido bajo la acusación de sodomía porque tiene un affaire con un chico de la nobleza: lord Alfred Douglas, cuyo padre es nadie menos que el influyente John Sholto Douglas, marqués de Queensberry.
El pleito comenzó porque el marqués, enterado de la cercanía entre su hijo y Wilde, le envió al escritor una carta con ponzoñosa dedicatoria que decía: «a Oscar Wilde, que presume de sodomita». ¡Háganme el favor! El autor de la exitosa comedia La importancia de llamarse Ernesto lo demandó por calumnias. Pero Oscarito, ¿a quién se le ocurre? La acusación del marqués era totalmente cierta. Wilde, casado y con hijos, sostiene una relación más que amistosa con lord Alfred, eso se ve a leguas, si el joven Alfred es toda una señorita.
En fin, que Queensberry no se dejó —por algo es el autor de las reglas del boxeo—, contrademandó y ganó. Ahora Wilde está en la cárcel, su amado Alfred sufre, su esposa ya está pensando en cambiar de apellido para que sus hijos no sean relacionados en el futuro con su indecoroso padre y tal vez este hecho desate una cacería de brujas en otros países donde hay personajes públicos que no ocultan sus preferencias sexuales. Y en esta sociedad la homosexualidad, además de un pecado, es un delito que se paga con la cárcel y trabajos forzados, tal como le está pasando ahora al pobre de Wilde.
Au revoir!
