Se llamaba Luis y tenía un hermano Javier y otro Pablo y otro Gerardo, eran pequeños burgueses como yo y vivían en una colonia de ésas de clase media alta, en un barrio de gente acomodada en la ciudad de México, que ahora, veinte años después ha cambiado radicalmente y está lleno de restaurantes, bares y antros —que ocupan el lugar en donde antes se erigían grandes casas del tipo español californiano que fueron construidas entre los años treinta y cuarenta del siglo pasado— y no es ni la sombra de la colonia tranquila que fue donde vivía mi abuela y mis tíos.
Epítetos como «Condecci» o Fondesa, le acompañan, el ruido no cesa y el tráfico es inconmensurable, además mis abuelos murieron, mis tíos también y mis primas se fueron a vivir a otro lugar. Tampoco Luis vive ahí, sólo su mamá que sigue yendo a misa a la Iglesia de Santa Rosa sobre la avenida principal que luce su gran camellón aún, aunque esté llena de neohippies, gays, hipsters , trendys y bohos de los cuales no merece la pena hablar y que de alternativos y diferentes no tienen nada.
Los que realmente sí eran osados y diferentes eran los amigos de Luis entonces: el Chochos, el Down —siempre en el bajón—, el Burro, el Muerto, el Piedra, el Pino, el Chihuahua, el Charro, el Hogi, el Budy, entre varios más, conformaban la bandita que se juntaba en las esquinas a caguamear, a banquetear un pomo o a fumarse un churro al grito de «En la Condesa si eres fresa, mejor córtate la cabeza» y que constituían lo más disparatado del ambiente de tranquilidad que se respiraba en ese entonces.
Pero en aquellos tiempos yo era una fresita con moño y outfit tipo Madonnita, y desde que lo conocí me encantó y aunque nunca me peló, de vez en cuando pasaba por mí en un vocho amarillo, para ir a los toros en la Plaza México, para acompañarme a los quince años de mis amigas, para llevarme a «tientas» en su rancho o para ir a echar unas cubas a su casa. Él, fue el que me quitó la mala maña de esperarme a que me abrieran la puerta del coche y a muy temprana edad, cuando se bajó del vocho y se encaminó a la plaza —íbamos a una corrida—, se volteó hacia mí, que seguía esperando como una inválida, tarada y me gritó ¡Apúrate que ya va el primer toro! Después de ese momento juré no volver a esperarme nunca más y lo he cumplido. Yo no vivía cerca de él —vivía en la colonia del Valle— pero pasaba muy seguido en mi Maverick verde con mi amiga Tamara por su calle diagonal con la esperanza de encontrármelo o ver si la luz de su cuarto estaba encendida, porque en aquel entonces no podías stalkear por Facebook o le llamaba a su casa y no hablaba, porque en aquel entonces no había identificador de llamadas y también le puse un día un grafiti trovero que decía «¡Cómo gasto papeles recordándote!» porque en aquel entonces no existían los mensajes de texto.
Luis decía frases como: «Eso que dices es pura piña», «ese güey me estaba piñando», y otra por el estilo. Yo nomás me reía porque sabía que lo que estaba diciendo es que no me creía, que pensaba que lo estaban cotorreando, que era choro, que lo estaban engañando. También decía «eso es ficto» para decir que algo era «falso», y cuando yo le cancelaba algún plan y le decía «no puedo ir», él me decía «ahi pa l´otra», también decía que algo estaba «dostres» si estaba medio bien y «dosdos» si no estaba tan bien.
Todas estas frases han caído más en desuso, porque la lengua cambia y cada generación empieza a imponer nuevos términos y nuevas palabras que hablen más de su forma de ser y de ver el mundo. Yo me acuerdo de ellas, cuando me acuerdo de esa época y de esa colonia que quise tanto y también cuando me acuerdo de Luis.
1. Nuevos hippies, del movimiento hippie de los sesentas, tergiversado y alicaido, con algunas formas pero ninguno de sus ideales.
2. De alegre, vivaz, la razón es más que clara.
3. De hip —onda—, una copia barata del movimiento existencialista de los años cincuenta al que pertenecieron Burroughs, Pollock y Kerouac, mismos que tuvieron como seguidores los hippies.
4. de trend, tendencia, de esa gente que se muere antes de no estar a la moda.
5. Apócope de bohemian, boho, un new bohemian, inenarrable.
6. Stalkear, neologismo del español que viene del verbo to stalk, perseguir, espiar, acosar calladamente.