Los diminutivos son sufijos o morfemas que no cuentan con un significado propio, pero que al agregarse a la raíz —o sea, a la palabra— logran que ésta se transforme en otra. Expresan menor tamaño, como perro y perrito; juventud, como el caso de señora y señorita; aprecio, como café y cafecito; o desdén, como ladrón y ladronzuelo.
Para formar un diminutivo regular, existen reglas muy simples.
Las palabras que:
- terminan en cualquier vocal acentuada, se les agrega –cito/-cita: mamá/mamacita; té/tecito; maní/manicito; buró/burocito.
- terminan en o/a, sin acento, o en io/ia, deben llevar el sufijo –ito o –ita: perro/perrito; casa/casita; vacío/vaciíto; zanahoria/zanahorita.
Aquí cabe mencionar que los diminutivos regulares femeninos se forman a partir del masculino; tal es el caso de jefe/jefecito; jefa/jefecita, y no jefa/jefita.
- terminan en e/i/u, sin acento, deben llevar el sufijo –cito/-cita: calle/callecita; pie/piececito-piecito.
- terminan en n o r, el sufijo que se añade es –cito/-cita: corazón/corazoncito; motor/motorcito.
- terminan en cualquier otra consonante, llevan –ito/-ita: papel/papelito; temor/temorcito.
Los diminutivos irregulares
Para hablar sobre los diminutivos irregulares, pondremos un ejemplo, la canción popular que dice:
«Tengo manita, no tengo manita, porque la tengo desconchabadita».
Si tomamos como base las reglas anteriores para la construcción de los diminutivos, podríamos decir que el diminutivo de mano sería manito, pues termina en vocal; pero hay una particularidad con este sustantivo, que lo encasilla de inmediato en los diminutivos irregulares: su género.
El género masculino de un sustantivo está formado por el morfema de género; o sea, que cuenta con la letra o, como gallo, mono y sombrero. Y cuyo artículo sería el. Por otra parte, el morfema de género femenino se determina con la letra a, como mesa, ventana y silla, y su artículo sería la. Además, hay otro género, que es el neutro, que se usa para referirse a conceptos principalmente abstractos, tales como lo bueno, lo feo o lo malo.
No obstante, hay excepciones al género: una de ellas sería el día; otra, la mano; esta palabra tendría su explicación en su origen latino, pues manus era de género femenino y al pasar al español la terminación us se convirtió en o, pero se mantuvo el género primigenio de la palabra.
Ésa es la razón principal por la cual en México y en España se usa manita, atendiendo al principio del género del sustantivo, mientras que en otros sitios de América Latina se presta una mayor atención a las reglas ya expuestas sobre la formación de diminutivos y, por lo tanto, se usa manito.
Pero como el uso hace la norma, el diminutivo manita entró, como campeón, desde la vigésima primera edición del drae, como un posible diminutivo de mano. El Diccionario panhispánico de dudas no otorga victoria: manito es tan correcto diminutivo de mano como manita, y todavía le echa leña al fuego al agregar que, aunque menos frecuente, el diminutivo manecita también ostenta toda la propiedad. Así que la respuesta a la pregunta de ¿cuál es el diminutivo correcto de mano? se declara como un empate; si bien ya lejano a la época y a la usanza, es un término sobre el cual el uso sí hizo justicia.
Existen otros diminutivos muy particulares que resultan difíciles de expresar, como el diminutivo de caliente. La mayoría de la gente dice calientito, en vez del correcto calentito.