Nadie puede negar que el corrido ha sido, desde hace muchos años, una expresión musical genuinamente popular y nativa de México. En este artículo haremos una disección musical de este género tan sonado.
Intentemos definir esta expresión artística y, para hacerlo, primero hay que aclarar que el corrido no es un ritmo: el famoso chun-tachún-tachún o chun-ta-ta chun-ta-ta. Por ejemplo, «La rebelión» —también conocida como «No le pegue a la negra»—, grabada por Joe Arroyo y que describe la época de la esclavitud en Cartagena, Colombia, se canta a ritmo de guaracha y, sin embargo, es un corrido:
En los años mil seiscientos, / cuando el tirano mandó, / las calles de Cartagena, / aquella historia vivió…
También la muy popular «Pedro Navaja», de Rubén Blades, son montuno que se canta y baila a ritmo de salsa, es un corrido:
Por la esquina del viejo barrio lo vi pasar, / con el tumbao que tienen los guapos al caminar; / las manos siempre en los bolsillos de su gabán / pa’ que no sepan en cuál de ellas lleva el puñal…
Si no es un ritmo, entonces, ¿qué es el corrido?
Orígenes e historia
En el siglo XVIII, las primeras ediciones del DRAE lo definían como «romance o jácara que se canta acompañándolo con la vihuela».
En su libro Historia de la música en México, Gabriel Saldívar deduce que el término se originó en la época colonial, pues se decía de varios manuscritos denunciados ante la Inquisición que «corrían con escándalo por la ciudad y reino».
También se afirma que proviene del romance español, un género de la poesía apoyado en la tradición oral, con una gran variedad temática, muy popular en el siglo XV. También se dice que el corrido proviene de la «itoloca», una forma de la poesía narrativa náhuatl.
Por último, está la tesis mestiza que sostiene —y a mí me parece la más plausible— que la población se encargó de reunir los corridos después de la Independencia.
Al parecer, el primer corrido-romance en español escrito en México fue compuesto por los soldados españoles en Tacuba, después del episodio llamado «la Noche Triste», cuando los mexicas les dieron una tunda y los expulsaron de Tenochtitlan:
En Tacuba está Cortés / con su escuadrón esforzado, / triste estaba y muy penoso / triste y con gran cuidado, / una mano en la mejilla / y la otra en el costado…
Antonio Avitia, en su libro Corrido histórico mexicano, cita a Cuauhtémoc Esparza Sánchez y afirma que el corrido tiene una línea de construcción:
«Entre las estrofas inicial y final del corrido aparecen algunos elementos: la introducción, las invocaciones, el mensaje, el estribillo, la moraleja, la despedida del corridista y el nombre del autor».
Algunos corridos también contienen el lugar, la fecha e incluso la hora del suceso; otras veces, los autores piden permiso para contar la historia. Un ejemplo de introducción es el de «La persecución de Villa»:
En nuestro México, febrero veintitrés, / dejó Carranza pasar americanos, / diez mil soldados, seiscientos aeroplanos, / buscando a Villa por todo el país…
De invocación, el de «Valentín de la Sierra»:
Antes de llegar al cerro / Valentín quiso llorar: / ¡madre mía de Guadalupe, / por tu religión me van a matar!…
De moraleja o consejo, el de la canción «Cuando vayas a Tlaxcalantongo», que relata el asesinato de Venustiano Carranza:
Debes de tener cuidado / cuando vayas por la sierra/ porque al hombre más barbado / lo pueden cubrir de tierra…
Otro, es el final de la canción titulada «El gran varón», un son montuno grabado por Willie Colón:
No se puede corregir / a la naturaleza; / palo que nace doblao, / jamás su tronco endereza…
El corrido: voz del pueblo
El corrido, entonces, sirve como referente histórico y es cantado por el pueblo. Lo que se narra, en general, no es una versión imparcial de un hecho, sino la visión del autor de los acontecimientos; éstos no siempre son reales, o lo son parcialmente.
Como ejemplo está el corrido «Don Baldomero», que cantaba Eulalio González «Piporro», y que es una ficción:
Ésta es la historia de don Baldomero, tenía tres hijas, era muy rico… hasta que llegó un vaquero. / El baile se celebraba / con gran pompa y con esmero / cuando llegaron las hijas / del hombre rico del pueblo…
El caso es que llega el vaquero y saca a bailar a la más chica de las hijas de don Baldomero y se arma la gresca. Habla «Piporro»: «Sacó la pistola el viejo y comenzó la balacera, tumbadero de sillas, griterío de mujeres, se disipó la humareda de las balas y había desaparecido el vaquero con la muchacha…».
Y finalmente:
Aquí termina el corrido / del hombre rico del pueblo, / de su hija y de aquel bandido / que lo convirtió en abuelo.
El milagro de San Bruno…
Hay corridos que cuentan historias de animales, como «El perro negro» — interpretada magistralmente por Francisco «Charro» Avitia—, que cuenta la historia de «Gilberto “el Valiente”, nacido en Apatzingán» y de su perro negro, «que era su noble guardián».
Gilberto quería vivir con «la Lupe», novia de don Julián, un hombre rico y mandón; un día que «el fiel guardián» no estaba, don Julián, como se diría en el Alarma!:
«encontrólo dormido —a Gilberto— y matólo».
Pero poco después volvió el perro y dio muerte al asesino.
De caballos hay centenares. Como el «Corrido del caballo blanco», de José Alfredo Jiménez, que es uno de los ejemplos más célebres:
Éste es el corrido del caballo blanco, / que un día domingo feliz arrancara; / iba con la mira de llegar al norte, / habiendo salido de Guadalajara…
Por otro lado, hay autores que cuentan un suceso acontecido a ellos mismos, como «La Cárcel de Cananea»:
Voy a dar un pormenor / de lo que a mí me ha pasado: / que me han agarrado preso, / siendo un gallo tan jugado…
El cine también ha servido de motivación para componer corridos. Éste es el caso de Chava Flores y sus «Dos horas de balazos»:
En las áridas regiones de la América del Norte / se agarraron a balazos «polecías» y ladrones: / Tom Mix, Buck Jones, Bill Boyd, Tim McCoy.
También hay corridos escritos por poetas, que no son cantados. Tal es el caso de los creados por Miguel N. Lira en el libro El corrido de Domingo Arenas, o el que hiciera Renato Leduc, titulado «Llegó la Revolución»:
Por el cerro de la Pila / fueron entrando a Torreón / mi general Pancho Villa / y atrás la Revolución… / ¡Ay, jijos…! Ya se nos hizo, / cuánto diablo bigotón…
De las bandas al narcocorrido
Los antecedentes del narcocorrido son las canciones de bandoleros y salteadores de caminos.
En 1915, por ejemplo, sucedió un caso muy famoso que, además de convertirse en corrido, fue el primer éxito del cine nacional: «La banda del automóvil gris»; estos asaltantes andaban siempre en un carro gris y eran protegidos por el general Pablo González, en ese tiempo gobernador del Distrito Federal:
Señores tengan presente / lo que les voy a cantar, / sobre esa banda de gente, / que asalta la capital.
«Camelia la Texana» —que en realidad se titula «Contrabando y traición», grabada por Los Tigres del Norte— y «La banda del carro rojo», son las canciones que relanzaron el corrido, ya vuelto narcocorrido. En la primera se trafica con marihuana, y en la segunda, con cocaína. Así comienza «Contrabando y traición»:
Salieron de San Isidro, / procedentes de Tijuana; / traían las llantas del carro / repletas de hierba mala: / eran Emilio Varela / y Camelia la Texana.
Y ahora, «La banda del carro rojo»:
Dicen que venían del sur / en un carro colorado; / traían cien kilos de coca, / iban con rumbo a Chicago: / así lo dijo el soplón / que los había denunciado…
En «La Suburban dorada,» grabada por Los Huracanes del Norte, queda claramente reflejada la corrupción de las autoridades. Un fragmento:
El judicial muy despacio, / les dice por la ventana: / alguien ya les puso el dedo / y sé que traen hierba mala; / móchense con una feria / y se van como si nada…
Los más recientes narcocorridos incluyen neologismos como rafaguear, los nuevos tipos de armas, cintos piteados y botas de mantarraya, etcétera, y se cantan en las fiestas, sobre todo en los estados del norte.
Y gracias a Jesús Palma, el negocio ¡ya tiene clientes extraterrestres!:
Los ovnis vienen conmigo, / y un consejo voy a dar: / si los miran por los cielos, / no se vayan a espantar, / andan llevando «perico» / a su planeta natal…
Por último, me despido con un corrido «de mi propia inspiración».
Ya me vengo despidiendo; / la noche se me hizo día; / por andarle componiendo / corridos a Algarabía.