Es difícil imaginar los materiales y métodos con los que se confecciona la ropa que vestimos, ya que la industria textil tuvo un cambio radical a partir del siglo XVII con la introducción de máquinas enormes que tenían motor a vapor.
Desde entonces, la producción masiva de prendas de vestir y la importación de materiales —como el algodón de India y la seda de China— provocaron que el consumidor perdiera la huella de la producción de su prenda.
«Pretextos usa la muerte para llevarse a sus hijos»
decir popular.
Antiguamente los artesanos tejían en su casa o en pequeños talleres; el proceso de fabricación era conocido por toda la gente. Eso explica por qué en el siglo XVII surgieron numerosas metáforas sobre la manufactura textil y con ellas aparecieron muchas palabras de nuestra lengua.
La palabra pretexto —registrada en español a partir del siglo XVII, dotada de su significado actual— viene del latín praetextus, a su vez derivado del verbo praetexere. Significa « poner un bordado o tejido delante de una pieza de ropa» y se compone de dos términos: prae, ‘delante’, y texere, ‘tejer’.
De praetextus surgió también praetexta, que era el nombre de una toga adornada con una franja de color púrpura utilizada para ocultar o proteger la ropa que tejían en el taller. Tiempo después, en Roma, pretexto hacía referencia a un adorno que, como la toga, se pone delante de los hechos para aparentar que son mejores.
Buscamos ocultar cosas porque sabemos que fallamos y queremos que las consecuencias sean lo menos severas posibles; nos gusta huir sin que nadie se de cuenta y para eso siempre tenemos un pretexto.
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