Ramón Mercader, nacido en Barcelona; fue hijo de Pablo Mercader Marina, un próspero comerciante, y Caridad del Río, una mujer que se involucró con el comunismo después de presenciar los abusos del pistolerismo. El matrimonio quebró y Ramón —junto con su madre y sus hermanos— se mudaron a Francia, donde Caridad se volvió militante en el Partido Comunista Francés.
Ha quedado relegado a un pie de página en nuestra memoria como «El asesino de Trotski», pero su intrigante historia revela un cúmulo de violentas conspiraciones y mentiras.
Para 1934, Mercader participaba en secreto en las fuerzas que peleaban contra el gobierno federal madrileño. Se ganaba la vida dando clases de idiomas —fue un cultísimo políglota— y en 1936 luchó —al igual que su madre— en el fallido golpe de Estado contra la República Española, que desencadenaría la Guerra Civil.
Mientras tanto, Caridad se involucró con la NKVD por medio del terrorista soviético Leonid Eitingon. Ambos convencieron a Mercader de que la trascendencia real del comunismo estaba al lado de la URSS y pronto se unieron al engranaje creado para asesinar a León Trotski, quien en sus mejores días fue una figura fundamental de la Guerra Civil rusa, pero que había perdido terreno ante Stalin, quien, una vez en el poder, lo obligó a huir del país en 1929.
Mercader adoptó la identidad de Jacques Mornard, un periodista acomodado. Siguiendo órdenes, sedujo a Sylvia Ageloff, una simpatizante trotskista que, sin saberlo, le ayudó a entrar a su círculo cercano, dentro del que se encontraban Diego Rivera y Frida Kahlo.
En marzo de 1939, el gobierno soviético puso en marcha la operación Pato —Utka, en ruso—: varios hombres armados, encabezados por el muralista David Alfaro Siqueiros, dispararon ráfagas sobre la residencia de Trotski en Coyoacán, pero no lograron herirlo. La furia de Stalin al enterarse del fracaso provocó que los conspiradores recurrieran a un plan desesperado: Mercader comentó en una reunión que estaba escribiendo un artículo que examinaría si la URSS se había transformado en un estado imperialista. Trotski, interesado, mordió el anzuelo y lo citó para revisar el texto. El 20 de agosto de 1940, al salir de su departamento en el edificio Ermita, en Tacubaya, Mercader acudió a casa de Trotski y le propinó un golpe mortal en la cabeza con un piolet. Los guardias entraron de inmediato a la habitación y hubieran golpeado hasta la muerte a Mercader de no haber sido interrumpidos por Trotski que, antes de sumirse en la inconsciencia, gritó: «¡No lo maten, él tiene que hablar!».
«Me encuentro cerca de la muerte por el golpe de un asesino político… me abatió en mi cuarto. Luché con él… entramos… hablamos sobre estadísticas francesas… me golpeó. Diga por favor a mis amigos… estoy seguro… de la victoria… de la Cuarta Internacional… Adelante» – últimas palabras de León Trotski.
Lo sentenciaron a pasar 20 años en la prisión de Lecumberri, durante los cuales trató de mantener oculta su identidad. Fue un prisionero modelo y participó en una serie de experimentos que revelaron su prodigioso intelecto. En 1943 Stalin puso en marcha la operación «Gnomo» que prepararía la fuga de Mercader. Nadie tomó en cuenta que, sintiéndose culpable por la suerte de su hijo, Caridad tenía su propio plan para «ayudarlo a escapar»; todo el movimiento alertó a las autoridades y ambos intentos fracasaron.
En 1953 una serie de investigaciones delataron su nombre real y su condición de espía. Para 1960 recobró la libertad y, ya establecido en Moscú, fue secretamente condecorado como Héroe de la Unión Soviética. Vivió sus últimos años en la Habana y murió de cáncer en 1978, siendo enterrado en un cementerio para ilustres rusos bajo otro nombre falso, Ramón Ivánovich López.