Desde que pones un pie en este lugar, situado en Xochimilco, al sur de la Ciudad de México, ves decenas de muñecas, sin ojos, cercenadas, atravesadas o sólo recargadas, pero siempre «observándote».
El lugar es pequeño y, por muy escéptico que seas, no puedes dejar de sentir una vibra espantosa. Desde la orilla veo a un remero que indica a sus tripulantes la ubicación de la isla, los visitantes observan curiosos y asombrados. Desde su trajinera un niño abraza a su mamá y voltea hacia otro lado, justo cuando el remero comienza a narrar la leyenda del lugar.
Existen tantas versiones al respecto, que es mejor escoger la que más se repite: la que cuenta que don Julián Santana, dueño de la chinampa —pequeña isla de cultivo en los canales de Xochimilco— fue quien colgó las muñecas para espantar al fantasma de una joven que murió ahogada y que lo asustaba mientras cultivaba sus hortalizas.
Don Julián siguió acumulando las muñecas que le regalaban. Antes de morir, le comentó a su sobrino que la sirena —una muñeca— lo había estado llamando, porque se lo quería llevar y le cantaba. De acuerdo con la leyenda, momentos después su sobrino lo encontró muerto. Sí, en el mismo lugar donde 50 años antes murió ahogada la joven que lo espantaba.
Gracias a las versiones que dicen que las muñecas se mueven y espantan, son muchos los turistas curiosos que se acercan en la noche para comprobarlo. Aún siguen llegando nuevos juguetes, y lo mismo se puede ver a una muñeca vieja y desgarrada que a un Shrek más reciente, pero lleno de telarañas, o un tierno Winnie Pooh con cara de nervios y al que quien sabe qué cosas malévolas le sucedan por la noche.
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Arisbeth López es fotógrafa, periodista y devoradora culinaria. Publicó en origen este artículo en lagiraffe.com
