Porfirio Díaz decía y decía bien: «Los mexicanos están contentos con comer desordenadamente antojitos, levantarse tarde, ser empleados públicos con padrinos de influencia, llegar tarde a trabajar, enfermarse con frecuencia y obtener licencias con goce de sueldo; divertirse sin cesar, casarse muy jóvenes y tener hijos a pasto; gastar más de lo que ganan y endrogarse para hacer fiestas».
Y es que no hay una cultura como la nuestra en la que cualquier cosa, por pequeña que sea, termine en reunión, comilona, risas y diversión. Yo tengo una amiga que para presentar su primer libro rentó ¡una discoteca!, otra que cualquier bautizo lo convierte en los XV años de Rubí; en mi familia hasta la comida del Día de las Madres termina en cantada con trío incluido y en la de mi mejor amigo cualquier pretexto es bueno pa’ sacar el pomo, los pambazos, abrir la pista y ponerse a bailar.
Todo lo que termina en -iza
En fin, que «así semos», por ello me viene a la mente el sufijo -iza, que en español mexicano justo pasa por el campo semántico de la comida y también el de la fiesta.
Los sufijos son morfemas que cumplen con la tarea de unirse al final de ciertos lexemas —raíz, o unidad de significado—, con el propósito de constituir nuevas palabras y se distinguen en dos vertientes principales:
- Flexión: Por un lado, algunos sufijos podrán cumplir con tareas flexivas, por ejemplo en un verbo: comer, comería, comía, comiera, etcétera, como parte de una conjugación. ˞
- Derivación: En segundo lugar, pueden cumplir con tareas derivativas, uniéndose entonces a ciertos lexemas, con el fin de crear nuevas palabras, como señor, señorío, señorón, señorear, señorito, señoritingo, etcétera, que son palabras familiares.
En el caso del sufijo -iza, en el español general, todas las gramáticas apuntan que comparte con -dizo/-diza el significado básico de «propensión, tendencia o algo que no acaba de estar», como cobrizo, «de color cobre», pajizo, calizo o antojadiza. En algunos casos intensifica el adjetivo, en otros convierte a un sustantivo en otro de índole distinta, como es el caso de cabelleriza o porqueriza.
La relevancia del -iza
No obstante, en ninguna gramática se encuentra la definición del sufijo -iza como el que le damos en el español de México; es decir, de profusión: cuando a algún sustantivo se le agrega –iza, en casi todos los casos se relaciona con el sustantivo pero de forma copiosa, abundante, excesiva e incluso continua y diversa; así, a alguien le ponen una madriza, cuando le dan muchos madrazos, o una golpiza o putiza,que viene siendo lo mismo, o bien, está en chinguiza cuando ha estado en chinga mucho tiempo.
Pero a lo que quiero llegar es al curioso hecho de que los mexicanos usemos tanto este sufijo —sobre todo cuando se trata de invitar, convidar, armar u organizar el festín— y lo relacionamos con muchos invitados y muchos antojitos juntos.
El uso de -iza en el lenguaje coloquial de los mexicanos se extendió más o menosa finales de los años 50 o principios de los 60, justo cuando se pusieron de moda los famosos tacos al carbón y la gente «bien» empezó a entrarle al taco, el cual antes sólo era para «pelados» —como bien nos lo cuenta Alberto Peralta de Legarreta, experto en cultura gastronómica y autor de El Chilangonario—; es decir, los tacos de tripa, de cabeza o menudencias sólo se vendían en puestos de la calle, y en los ranchos la gente siempre había taqueado.
Por otro lado, existían los tacos de guisado —los famosos tacos Beatriz que se acompañaban con tepache desde 1910, o los del Salón Corona desde 1928—, o tacos de carnitas y de mil cosas más en toda la República, preparados de forma distinta pero no para convidar entre los invitados de una casa de clase media. Pero a partir de que el taco cobra relevancia las clases urbanas lo ponen en su mesa y así organizan taquizas en el jardín de su casa.
Las -izas mexicanas
Cuando te invitan a una taquiza, te están invitando a una comida donde va a haber muchos tacos —de guisado, la mayor parte de las veces— y de gran variedad: desde mole verde, rajas, tinga, chicharrón, papas con chorizo, hasta nopalitos; acompañados con su arroz y sus frijolitos. Pero la cosa no se queda ahí, porque también los poblanos organizan sus chalupizas, los estudiantes se juntan en caguamizase incluso muchos de nosotros hemos sido invitados a una bisteciza, donde se asa carne al carbón con sus cebollitas, tortillas, salsa, etcétera que muchas veces se organiza en el mismo momento sin pretexto alguno.
La invitación a estas -izas puede ser improvisada o de «traje» —es decir, de coperacha—: alguien lleva las chelas; otros, la ensalada; otra, el tequila; otro, la botana y lo que sigue; pero no siempre; también pueden ser parte de un festejo, de un cumpleaños y hasta de una graduación o bautizo y planearse con mucha antelación.
En fin, que la vida de mexicano y su gusto por convidar y por comer y beber en abundancia hace indispensable tener un sufijo como -iza y así, quién sabe si en un abrir y cerrar de ojos, en poco tiempo nos encontremos con otras palabras con él como: quesadilliza, hotdogsiza, hamburguesiza, burritiza, panuchiza, mezcaliza, ginandtonicsiza y hasta cupcakesiza.
—Te invito a una cupcakesiza, va a haber de crema, de tofu, de nutella, veganos, de doublechocolate. Sólo trae tu té verde o tu kombucha.
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