Lugares fúnebres y enigmáticos, llenos de misterios y memorias, los cementerios son sitios interesantes: cada uno de ellos tiene su propia historia y el Panteón de San Fernando no es la excepción.
Se localiza en el centro de la Ciudad de México, en la colonia Guerrero, a este espacio se le reconoce por su belleza arquitectónica y escultórica, además de que aloja a célebres personajes de la historia mexicana del siglo XIX: ahí descansan los restos de don Benito Juárez, en la tumba más grande del panteón.
También están otros expresidentes de la República, como Ignacio Comonfort y Martín Carrera, además de gobernadores, héroes de la patria, militares y políticos distinguidos e incluso artistas cuyo cuerpo nunca estuvo, como esa placa en honor de la bailarina Isadora Duncan, que nunca conoció nuestro país.
El Panteón de San Fernando formó parte de la Iglesia del mismo nombre erigida en el siglo XVIII por religiosos franciscanos. A partir de 1871, clausuraron el cementerio para uso general y se convirtió en «hogar» de restos de personajes públicos.
Fue el primer panteón para hombres célebres, antes de que se fundara la Rotonda de las Personas Ilustres en el panteón de Dolores.
En enero de 1936 lo declararon Monumento Histórico por el Instituto Nacional de Antropología e Historia y 70 años después, el gobierno de la Ciudad de México publicó un acuerdo para convertirlo en un museo donde, además de ver los sepulcros, se realizan exposiciones, conferencias, talleres y presentaciones de libros.