La fiebre -una elevada temperatura corporal- normalmente se relaciona con la estimulación del sistema inmunológico del cuerpo- la temperatura normal de un cuerpo fluctúa entre un grado más y uno menos de 37º Celsius.
La fiebre puede ayudar al sistema inmunológico a ganarle a ciertos agentes infecciosos, haciendo del cuerpo un lugar menos hospitalario para los virus y bacterias, que son sensibles al calor. Sin embargo, las infecciones no son su única causa. El abuso de anfetaminas, el síndrome de abstinencia del alcohol y el estrés ambiental también pueden ser causa del aumento de temperatura.
El hipotálamo, que está en la base del cerebro, actúa como el termostato del cuerpo. Se activa por substancias bioquímicas que flotan, llamadas pirógenos, y que fluyen por el torrente sanguíneo desde sitios donde el sistema inmunológico ha detectado problemas. Los tejidos corporales producen pirógenos, al igual que algunos patógenos. Cuando el hipotálamo detecta estos químicos, le ordena al cuerpo que genere calor acelerando el metabolismo y que lo retenga reduciendo el flujo sanguíneo periférico —el producto de todo esto es la fiebre. En los niños la temperatura aumenta con más facilidad; lo que refleja el efecto que tienen los pirógenos en sistemas inmunológicos novatos.
«Alimenta el resfriado y mata de hambre la fiebre»
¿Debería una persona con fiebre comer poco o nada, como sugiere el dicho? Sí.
Durante una fiebre, todas las funciones del organismo ocurren en medio de estrés fisiológico. Propiciar la digestión durante este periodo sobreestimula el sistema nervioso parasimpático, cuando el sistema nervioso simpático ya está activo. Como resultado, es posible que, durante la fiebre, el cuerpo pueda malinterpretar algunas substancias absorbidas por el sistema digestivo como alergenos. Además, la fiebre muy alta puede, en raras ocasiones, desatar un ataque, colapso o delirio, que se pueden complicar por una comida reciente.
Algunas veces, la fiebre puede alzarse muy por arriba de lo que es bueno para el cuerpo. Temperaturas superiores a los 40.5º Celsius pueden amenazar la integridad y función de proteínas vitales. Estrés celular, infartos, necrosis de los tejidos, ataques y delirio son sólo algunas de las potenciales consecuencias. En el caso de que la fiebre rebase a las propias herramientas reguladoras de temperatura del cuerpo, pueden ayudar las «compresas de hielo» u otros métodos.