En diciembre de 1923 el periodista, escritor y diputado Martín Luis Guzmán (Chihuahua, 1887-Ciudad de México, 1976), salió precipitadamente de México para evitar su fusilamiento por apoyar la candidatura a la presidencia de Adolfo de la Huerta. En el exilio —primero un año en los EE. UU. y luego, varios en España hasta mediados de los años 30— escribió una de sus novelas más célebres: La sombra del caudillo (1929), donde recreaba el asesinato a traición del general Francisco R. Serrano por su contrincante político, el caudillo Álvaro Obregón, respaldado por el presidente Plutarco Elías Calles.
La novela fue censurada en México, pero un ejemplar clandestino llegó en 1936 a las manos del director de cine Julio Bracho, quien pidió permiso al autor para llevarla a la pantalla grande.
El director
Pasaron más de 20 años antes de que Julio Bracho Gavilán (Durango, 1909-Ciudad de México, 1978), connotado guionista y director de teatro y de cine, cumpliera su sueño de estrenar la que consideraba su mejor película —que después él mismo llamaría «la película maldita del cine mexicano»—. El reparto estaba integrado por grandes de la cinematografía nacional: Tito Junco, como el traicionado general Ignacio Aguirre; Ignacio López Tarso, como su contrincante Hilario Jiménez, y Miguel Ángel Ferriz Sr., como el caudillo; así como Roberto Cañedo, Tomás Perrín, Bárbara Gil, Carlos López Moctezuma, Víctor Manuel Mendoza, Kitty de Hoyos, José Elías Moreno, Antonio Aguilar y muchos más.
Tenía usted razón, Olivier. La política mexicana no conjuga más que un verbo: el verbo madrugar.
Gral. Ignacio Aguirre
El gobierno le dio amplias facilidades a Bracho para filmar en el Castillo de Chapultepec, la Cámara de Diputados y algunas instalaciones militares. La cinta se estrenó en una función privada a la que asistieron el presidente en turno, Adolfo López Mateos, miembros de su gabinete y del Ejército. Todo apuntaba a que sería un gran éxito.
La censura
Los presentes en el estreno de La sombra del caudillo se sintieron ofendidos por lo que vieron en la pantalla grande —al parecer ninguno había leído la novela—: traiciones, dobleces, torturas, ley fuga y otros «pecadillos» del gobierno callista, la ambición del caudillo por reelegirse presidente a costa de la eliminación de sus contrincantes y el uso de la policía y de miembros del Ejército para lograrlo.
La proyección del filme se canceló, tropas del Ejército fueron enviadas a las salas de cine para requisar las copias que ya habían sido distribuidas. Julio Bracho logró rescatar una, que se llevó al festival de cine de Karlovy Vary, en Checoslovaquia, donde obtuvo un premio especial.
Por 30 años la película permaneció «enlatada». Bracho cayó en la depresión y la pobreza, sólo realizó unas cuantas cintas de baja calidad para poder sobrevivir hasta su muerte en los años 70. Ya no logró ver el estreno de su película en la Cineteca Nacional el 12 de noviembre de 1990.
En el kilómetro 48 de la carretera México-Cuernavaca sigue en pie un monumento en memoria de los 14 hombres asesinados por militares cuyo fin se recrea en La sombra del caudillo.