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Estar en la prángana, sin un clavo, como La Magnífica…

Frases y palabras que reflejan la escasez de recursos.

«Pobre del pobre que al cielo no va, lo chingan aquí, lo chingan allá», así reza un refrán casi tan antiguo como la pobreza. En latín, pauper significaba «el que produce poco» y luego tomó el sentido de «tener poco o ya de plano nada». De esta voz, con algunos cambios fonéticos, nacieron las palabras castellanas pobre y su superlativo paupérrimo, que conserva intacta su raíz latina.

La escasez de recursos siempre ha acompañado a grandes sectores de la humanidad, y a todos nos aqueja de vez en cuando; además, esta circunstancia se ha reflejado en el lenguaje, que hoy cuenta con un gran catálogo de frases y palabras que reflejan esta condición. He aquí algunas de ellas.

estar en la prángana.

De particular interés, esta expresión nos llegó de Cuba, aunque quizá el origen primero provenga de tierras asiáticas: en lenguas que son hijas del sánscrito, la voz prangana encierra el concepto de «lugar exterior», que bien puede ser un patio o el espacio, frente a un edificio. De ser así, estar en la prángana equivaldría a «estar en la calle»; es decir, en la miseria. Luego se dijo estar prángana o ser prángana por «estar pobre», y como los prejuicios asocian la pobreza con la flojera, ahora estar de prángana se dice de quien vive sin oficio ni beneficio.

sin un clavo.

Esta frase coloquial procede de un dicho que ya se usaba en el siglo xvi: «Sin dejar clavo en pared», usado para expresar el desolado panorama después de haber quitado cuanto se poseía en casa o haber sufrido un robo con la mismas consecuencias.

estar como La Magnífica.

Cuando alguien se siente desprovisto después de haber tenido riquezas, suele decir esta frase, que en su origen era un poco más larga: «estoy como la Magnífica: sin cosa alguna». Proviene de la oración cristiana El Magníficat o La Magnífica, y refiere en tono mordaz a la frase: «Desposeyó a los poderosos y elevó a los humildes; a los necesitados los llenó de bienes y a los ricos dejó sin cosa alguna».

en la chilla.

Muy popular y controvertido fue un periodiquito con tintes políticos del siglo XIX llamado El Padre Cobos. Hurgando en uno de sus ejemplares de 1871, encontré estos versitos dedicados al Benemérito de las Américas: «En fin D. Benito Juárez / Que parece que ni chista / También nos ofrece cosas / Para reventar de dicha / Después que en catorce años, / nos ha dejado en la chilla». Más allá de la pedrada a don Benito, lo que interesa para este artículo es el uso de estar en la chilla que ya se usaba desde el siglo XIX. En latín, scindûla era el nombre de las tablas delgadas y de baja calidad, de ahí en castellano se dijo chilla para significar lo mismo. Es probable que a un cuartucho armado con estas tablas, también se le llamara chilla y lo habitaran quienes no tenían para más. Eso explicaría la relación entre estar en la chilla —o en la quinta chilla— y estar «en la vil inopia».

andar/estar bruja.

Esta expresión no se refiere a una mujer con verrugas, que lanza hechizos y vuela en una escoba, sino a un estado transitorio de pobreza. La frase nació en Cuba, y lo más probable es que se trate de una herencia de los esclavos del pueblo yoruba que llegaron a este país: en la lengua de este pueblo de África, la voz buru significa «estar en mal estado», y si la mala situación es extrema, entonces se usa la palabra buruju. Así que de estar buruju, por similitud fonética nacería estar bruja para indicar un estado de pobreza en grado superlativo. También en Cuba se usó la variante ser bruja sopera, que refuerza la idea de miseria al referirse a los indigentes que acudían a los conventos a mendigar un plato de sopa. El caso es que, como buena bruja, la expresión voló, voló y «asentó sus reales» en México y otros países americanos.

sin un quinto.

Entre los años 40 y los 80, la moneda de menor denominación era de cinco centavos, portaba la imagen de doña Josefa Ortiz de Domínguez y coloquialmente se le llamaba quinto. Así, esta expresión significa no tener nada, ni siquiera una monedita de cinco centavos.

Foto: Numismatica

a la cuarta pregunta.

Esta frase viene de España y nació en la época en que había en los juzgados un formulario de cuatro preguntas al que se ajustaba el escribano cuando tomaba declaración a un enjuiciado: 1.ª Nombre y edad; 2.ª Patria y profesión; 3.ª Religión y estado; 4.ª Renta. Lo general era que respondieran a la cuarta pregunta declarándose pobres, lo que les permitía evadir algunas responsabilidades que les implicaran un desembolso económico. Así, estar a la cuarta pregunta tomó el sentido de declararse un olvidado de la fortuna. Del lenguaje judicial, la expresión pasó al habla coloquial.

Como ven, la pobreza ha enriquecido al lenguaje y lo seguirá haciendo por siempre porque, mientras la miseria de muchos sea la riqueza de pocos, difícilmente se hará algo para erradicarla.

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