En 1851 Elias Howe —creador del principal mecanismo de la máquina de coser—, creó un «cierre para ropa automático y continuo», pero poco funcional. En 1893 Whitcomb Judson patentó un sistema de ganchos y ojales para cerrar calzado, al que llamó clasp locker.
Luego, el sueco Gideon Sundbäck se casó con la hija de Judson y en 1913 mejoró el diseño y desarrolló un «sujetador sin ganchos». Lo patentó en 1917 y fabricó una máquina para su producción masiva. Muchos tacharon la invención de «moralmente corrupta», pues facilitaba quitarse los pantalones.
La palabra «zipper» —contracción de zip fastener— fue acuñada en 1923 por la compañía B. F. Goodrich, que lo incorporó en botas de goma y cigarreras. Poco después, la compañía Éclair Prestil SN lo usó en ropa infantil y pantalones; se popularizó cuando el príncipe de Gales comenzó a usarlo en 1934.
En 1937, durante la «guerra de los cierres», los modistas franceses los adoptaron, sustituyendo a los botones. La revista Esquire declaró que «eliminaba la posibilidad de un desabotonamiento involuntario y vergonzoso».
El 90% de la producción mundial corresponde a la compañía Yoshida Kōgyō Kabushikigaisha, que graba sus cierres con la leyenda «YKK». Son tan indispensables que la NASA ha desarrollado variantes que permiten mantener la presión en el interior de los trajes espaciales.
Un zipper de alta costura ronda los 4.27 dólares, mientras que un YKK oscila entre los 1.25 dólares —18 cm, de latón— a los 9.50 dólares —76 cm, de níquel.