Actualmente, géneros y grupos musicales salen hasta por las coladeras y todos creemos tener una cultura musical considerable gracias al tiempo invertido en «bajar» una lista infinita de tracks a la creciente memoria disco duro. Lo cierto es que es muy distinto disfrutar un domingo de nuestras canciones favoritas de Los Panchos, a ser un experto o un incansable y hasta enfermo coleccionista.
Con ayuda de estas palabrotas, averigüe cuál es su relación personal con la música.
Músico
Dícese de «la persona que tiene por profesión la composición o a la ejecución de la música» —del latín musĭca, y éste a su vez del griego μουσικός, musikós, «propio de o relativo a las Musas», quienes en la mitología son, siguiendo a Hesíodo, nueve: Calíope, Clío, Érato, Terpsícore, Urania, Euterpe, Melpómene, Polimnia y Talía. Son protectoras e inspiradoras de las ciencias y las artes liberales, pero en origen, de la poesía, que en la Antigua Grecia se reunía sin distinción con la música y la danza como arte unitario. Con el tiempo musa se convertiría en sinónimo de numen o inspiración que, hasta nuestros días, busca todo buen artista.
Diletante
Si no es un estudioso de la música, pero tiene todos los discos de los Beatles e incluso practica sus coros con la ayuda de un Guitarra Fácil, entonces hay para usted un término que, aunque empleado a veces peyorativamente, puede describirlo con más caché que el simple amateur. Según el DRAE, diletante proviene del italiano dilettante, gerundio del verbo dilettare y éste, a su vez, del latín delectare: ‘encantar, agradar, regocijarse’.
Este adjetivo designa al «conocedor o aficionado a las artes, especialmente a la música»; también, a quien «cultiva algún campo del saber, o se interesa por él, como aficionado y no como profesional». María Moliner diría —más bruscamente de lo que algunos quisieran— que se aplica a «la persona que cultiva un arte por pasatiempo, sin capacidad suficiente para ejercitarlo seriamente».
Musicómano
Existen quienes defienden aguerridamente la diferencia entre melómano y el neologismo musicómano, diciendo que el primero es el aficionado a la música clásica, mientras el segundo tiene un gusto más ecléctico e incluyente de lo moderno o contemporáneo. Sin adentrarnos en la polémica sobre qué se considera música y qué no, baste por ahora decir que en los diccionarios ambas palabras no son más que sinónimos.
Melómano
Este vocablo proviene del griego μέλος, mélos, «canto acompañado de música» —de ahí melodía— y –μανής, manés, forma adjetiva de μανία, manía, ‘pasión, entusiasmo, locura’. El melómano es, según Moliner, aquella persona que sufre un «amor desordenado a la música», un fanático.
Si bien este término es el favorito de aquellos que se dicen «aficionados», el hecho de que se le relacione con un gusto anormal, exagerado o «desordenado» y de que sea empleado incluso en el ámbito de la psiquiatría, hace ya del melómano alguien hasta cierto grado sospechoso de haber afectado sus facultades mentales a causa de su extrema pasión musical. Lo que no dudamos es que esta locura podría ser, para más de uno, un «mal» más común, inofensivo y placentero de lo que la psiquiatría podría
plantear.