¿Qué tan grande es el idioma inglés? Ésta no es una pregunta sencilla. El diccionario de Samuel Johnson, el English Language Dictionary, contenía 43 mil palabras. El Webster’s Third New International, de 1961, contenía 450 mil. Y la versión revisada del Oxford English Dictionary, de 1989, tenía 615 mil entradas. Pero, de hecho, esto apenas comienza a insinuar el total.
Los diccionarios del inglés
Los diccionarios tienen un aire inmutable, como si en ellos el lenguaje fuera capturado de una vez por todas; sin embargo, desde el día de su publicación están inexplicablemente pasados de moda. Samuel Johnson (1709-1784) reconoció esto cuando escribió: «Ningún diccionario de una lengua viva podrá ser perfecto, ya que su publicación es acelerada. Algunas palabras están floreciendo, otras marchitando». No obstante, eso no ha impedido a nadie intentarlo, ni siquiera al propio Johnson.
Johnson fue un candidato extraño para genio. Ciego de un ojo, corpulento, y al decir de todos, malmodiento, pasó de ser un escritorzuelo desconocido en una provincia pobre, a ser contratado por el publicista de Londres, Robert Dodsley, para compilar un diccionario del inglés.
El diccionario de Johnson
El diccionario de Johnson no fue el primero del inglés. Desde el Cawdrey’s Table Alphabeticall, de 1604, por lo menos había una docena de diccionarios populares, aunque muchos de ellos eran muy especializados o intrascendentes -el Table Alphabeticall contenía sólo 3 mil palabras, que cupieron en apenas 100 páginas’.
El primer diccionario que se propuso que fuera más o menos exhaustivo fue el Universal Etymological Dictionary, de Nathaniel Bailey, publicado en 1721, mismo que se anticiparía 34 años al volumen de Johnson.
El diccionario de éste estuvo lleno de deficiencias. Permitió que muchas inconsistencias ortográficas fueran perpetradas. Generalmente estuvo al tanto de ello, pero sintió que en muchos casos las incongruencias ortográficas ya estaban lo suficientemente comprendidas. Lo que sí procuró, en cambio, fue que la ortografía fuera algo más «sensible», institucionalizando las diferencias entre flower —‘flor’— y flour —‘harina’—; pero esencialmente vio su trabajo como una recopilación de la ortografía del inglés tal y como lo era en su época, sin cambiarlo.
Tendía a editorializar, como cuando definió a un boss —‘jefe, patrón’— como «alguien que tolera la insolencia y se le retribuye con halagos» u oat —‘avena’—, el «grano que sustenta a los caballos en Inglaterra y a la gente en Escocia». Sus etimologías, de acuerdo con algunos lingüistas, fueron «a menudo ridículas», y su corrección de pruebas a veces llamativamente negligente. Definió a un garret —‘desván’— como un «cuarto en el piso más alto de la casa» y un cocklo!
—‘piso alto›— como «el cuarto arriba del desván». Por otro lado, le dio definiciones iguales a leeward —‘sotavento’— y windward —‘barlovento’—, cuando son evidentemente opuestos.
No obstante, su Dictionary of the English Language, publicado en dos volúmenes en junio de 1755, es una obra maestra, uno de los estandartes de la literatura inglesa. Sus definiciones son sumamente concisas, su erudición magnífica, sino es que enteramente perfecta. Sin una biblioteca cercana en la cual apoyarse y con un ínfimo respaldo financiero —su editor le pagó un total de 1575 libras, menos unas 200 con las que pagó a sus asistentes—, Johnson trabajó en un desván en Fleet Street, donde definió unas 43 mil palabras, ilustradas con más de 114 mil citas de apoyo.
El diccionario de Webster
Pero el ambicioso proyecto de Johnson fue pronto superado por un quisquilloso maestro de escuela y abogado del otro lado del mundo. Noah Webster (1758-1843) era, al decir de todos, un hombre severo, correcto, sin humor, religioso y temperamental a quien no era fácil de agradar, incluso por otras personas severas, religiosas, temperamentales y sin humor.
Webster era también un solitario sin gracia, que criticaba a quien fuera, y que era medio ladrón, pues robó material a otros. Sin embargo, logró acreditarse ante los ojos del mundo al incluir varias palabras, entre ellas demoralize —‘desmoralizar’—, appreciation —‘apreciación’—, accompaniment
-acompañamiento’—, ascertainable —‘comprobable’— y expenditure —‘gasto’—, que, de hecho, ya existían en el idioma desde hace siglos.
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