Visitar un edificio a sabiendas de que es Patrimonio Mundial catalogado por la UNESCO, desde luego despierta una amplia expectativa y una serie de preguntas que normalmente quedan en el aire: ¿qué méritos tiene?, ¿por qué?, ¿quién y cuándo lo propuso?, y ¿eso en qué nos beneficia?
Esto me sucedió cuando visité por segunda vez el Hospicio Cabañas, lo conocí de una visita previa, antes de que la UNESCO lo inscribiera en 1997. Por eso, la segunda vez me pareció haberlo visto todo con una mirada diferente, quería entender cada atributo del edificio construido entre 1805 y 1809 para ser hospicio, albergar y dar cobijo a niñas y niños huérfanos, a quienes se les dio alimentación, educación, enseñanza de oficios y trabajos lucrativos para convertirse en seres humanos valiosos para la sociedad.
Una idea generosa
Más allá de los loables propósitos con los que el obispo Juan Cruz Ruíz Cabañas y Crespo (1752-1824) fundó el Hospicio, desde que el proyecto tomó forma en su cabeza, éste fue ambicioso. Pretendía, además de dar de comer a los hambrientos, ancianos, discapacitados o inválidos en general, enseñarles a leer, escribir y un oficio. El obispo quería que el edificio contara con todos los espacios y habitaciones necesarias para diversas actividades: dormitorios, aulas, talleres, cocinas, huerto, patios, y áreas destinadas a adultos y niños, además separadas por sexos; desde luego, no podría faltar una capilla. Como el edificio proyectado ocuparía grandes extensiones de terreno, se pensó que lo más conveniente sería adquirir varios predios fuera del perímetro de la ciudad de Guadalajara, Provincia de Nueva —hoy Jalisco.
Fue el obispo Cabañas quien, el 21 de julio de 1822, consagró a Agustín de Iturbide como emperador de México.
El 1 de febrero de 1810 el Hospicio abrió sus puertas a 66 niños huérfanos, a pesar de que la cúpula de la capilla principal aún no estaba terminada, ni lo estaría sino hasta 1845. Desde su apertura, los usos del edificio variaron alternadamente de hospicio a cuartel militar en muchas ocasiones, debido a su posición estratégica y a sus enormes espacios. Cada vez que ello ocurría, el edificio sufría grandes deterioros, seguidos de minuciosas restauraciones que permitieron la conservación del proyecto original. A la postre, eso significó uno de los criterios que la UNESCO consideró para concederle el ingreso al catálogo de patrimonios mundiales.
Con la Reforma en 1857, el Hospicio, como todos los bienes eclesiásticos, pasó a ser propiedad del Estado; sin embargo, continuó siendo administrado por las Hermanas de la Caridad hasta 1874. Ya en manos de la administración pública, el Hospicio vivió épocas azarosas. El 12 de mayo de 1980 quedaban en el Hospicio 450 niños que fueron trasladados a su nuevo hogar, «El Instituto Cabañas», de la avenida Mariano Otero.
Tres años más tarde, se fundó en el histórico recinto el Instituto Cultural Cabañas, «un órgano público descentralizado, con una personalidad jurídica y patrimonios propios que tendrá a su cargo promover actividades culturales y difundir las Bellas Artes, así como las actividades educativas que determine el Consejo Directivo».
Habemus hospicio
En 1803, cuando Cabañas recibió la cédula real en la que se autorizaba el proyecto, lo primero que hizo fue buscar los terrenos y el financiamiento necesarios, después llamó al arquitecto con mayor renombre de aquel tiempo, Manuel Tolsá (1757-1816), a quien conocía personalmente. Pero de la fama deriva mucho trabajo y Tolsá no hizo más que mandar el proyecto junto con uno de sus discípulos, el arquitecto José Gutiérrez, quien estaría a cargo de la edificación. En el conjunto, Tolsá renunció a todo tipo de ornamento, prefirió la austeridad y la aplicación absoluta del lenguaje clásico, para ello utilizó cantera en sus fachadas y columnas, que fue traída de la Barranca de Huentitán.
Manuel Tolsá era un estuche de monerías: fabricó muebles, fundió cañones, abrió una casa de baños y una fábrica de coches e instaló un horno de cerámica
Rafael Ximeno y Planes,
Retrato de Manuel Tolsá, s/f
La fachada del Hospicio es alargada y simétrica, en cuyo centro se halla el pórtico con seis columnas del orden toscano rematadas con capiteles jónicos, que sostienen el frontón que da acceso al primero de los patios —llamado de Honor. El edificio de planta rectangular mide 164 x 145 metros, lo que lo hace el edificio colonial más grande de todo el continente. Contiene un complejo conjunto de espacios cerrados distribuidos en una sola planta en torno a una serie de veintitrés patios que varían en tamaño y características, que dotan de luz y aire al fresco a las habitaciones.
Habemus mural
Después de la Revolución, en 1937, por instrucción del gobernador del estado de Jalisco, Everardo Topete, se comisionó a José Clemente Orozco (1883-1949) —notable muralista y jalisciense por añadidura— a que ejecutara una serie de murales dentro de la Capilla Mayor. Los 57 frescos que componen el conjunto se consideran una gran obra maestra del arte mural mexicano e ilustran la deshumanización producto de la Conquista y la Revolución, la primera la veía como la gran ruptura y la gran fusión, la segunda como la gran contradicción de la primera. El mural representa la Conquista y sus consecuencia: la evangelización, la servidumbre, la gestación de una nueva sociedad. Cortés, un franciscano, el ángel de la victoria, un abecedario, muestran a la historia como una mezcla de horror y admiración. Por otro lado, esa misma mezcla se aprecia en templos y pirámides prehispánicas enfrentadas a mitos, servilismo, militarismo y la reverencia supersticiosa.
El foco de los murales se encuentra en el techo de la cúpula con El Hombre de Fuego, que representa la sumisión de los humanos ante las máquinas, «es el ave fénix que resurge de sus propias cenizas», subrayó el Dr. Atl.
Habemus Patrimonio Mundial
Hacia 1995 iniciaron los trabajos para inscribir al Hospicio Cabañas en el catálogo de la UNESCO, lo que se logró en 1997. El recinto se convirtió así en el primer edifico en México que no pertenecía a un conjunto de origen prehispánico en ser reconocido como Patrimonio Mundial. Los criterios con los que cumplió fueron los siguientes:
1. El Hospicio Cabañas es un complejo arquitectónico único diseñado con gran sutileza y humanidad.
2. Los murales pintados en la capilla por José Clemente Orozco, en particular la alegoría El Hombre de Fuego, se consideran una de las obras maestras de la pintura mural del siglo XX y tuvo una profunda influencia cultural más allá del continente americano.
Habemus museos
El Instituto Cultural Cabañas —como fue reconocido cuando dejó de albergar a los más pobres— cuenta entre sus principales funciones museísticas: la conservación, catalogación e investigación de la obra de José Clemente Orozco; resguarda una colección que recibió en comodato del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura desde 1983, que comprende 340 obras en papel, entre las que destaca la serie de 27 acuarelas, conocida como La verdad, también del muralista.
Además resguarda y exhibe permanentemente la Colección del Pueblo de Jalisco, que reúne obra de destacados jaliscienses, como el propio Orozco, Gabriel Flores, Roberto Montenegro, Jesús «Chucho» Reyes Ferreira, María Marín, Fernando González Gortázar, Raúl Anguiano, Gerardo Murillo «Doctor Atl», Mathias Goeritz, Carlos Orozco Romero, Juan Soriano, entre otros.
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