Los inventos que enumeramos aquí aprovechan de todo: desde la hiperactividad de los niños hasta nuestro reflejo en un espejo; por si fuera poco, pueden mostrarnos el pasado, los colores de la música o el universo entero. He aquí un recuento de diez artilugios «inventados» por escritores latinoamericanos que se han vuelto íconos de la literatura.
10. El espejo con memoria
Libro de los casos (1975), Ángel Bonomini (1929-1994). ¿Se imagina que su espejo le ofreciera ver el pasado? Este instrumento le muestra imágenes que reflejó en otros tiempos. Bonomini escribe: «Minuciosamente el espejo detalló su memoria, desentrañó su olvido, enunció su pasado».
9. Señalador automático de estrellas fugaces
El juguete rabioso (1926)
, Roberto Arlt (1900-1942). El selenio conduce la corriente eléctrica cuando está iluminado; en la oscuridad se comporta como un aislador. Una célula de este material —conectada a un electroimán— detecta la presencia de las estrellas fugaces cuando su luminosidad es captada por un lente.
8. La metamúsica
Las fuerzas extrañas (1906), Leopoldo Lugones (1874-1938). Parecida a un féretro, esta caja mide aproximadamente dos metros de largo, y le permitirá apreciar los colores de la música.
7. Máquina de contar historias
— La ciudad ausente (1992), Ricardo Piglia (1941-2017). Similar a un fonógrafo metido en una caja de vidrio, lleno de magnetos y cables. Macedonio Fernández, su inventor, la creó por error al tratar de construir una máquina traductora.
6. Agua deshidratada
Tres tristes tigres (1965)
, Guillermo Cabrera Infante (1929-2005). Más irónica que útil, se trata de una pequeña cápsula de agua, ideal para llevar a cualquier parte. El único inconveniente es que, para usarse, debe primero ser disuelta en agua. Infalible.
5. Invención de Morel
La invención de Morel (1940), Adolfo Bioy Casares (1914-1999). Una máquina capaz de recrear imágenes instantáneas, al estilo de la realidad virtual. Capta la imagen, el sonido, el tacto y hasta el alma de sus emisores; tristemente, desgasta hasta la muerte a la persona representada.
4. Ra yuel-o-matic
La vuelta al día en ochenta mundos (1967), Julio Cortázar (1914-1984). Imaginado exclusivamente para leer Rayuela; se trata de una estructura con diversas gavetas, resortes y perillas donde el lector puede recostarse —posición idónea para leer, sugiere el autor—, ofreciendo acceso a los capítulos en el orden más eficiente y permitiendo retomar la lectura en el punto justo donde se pausó.
3. Pulseras anticólera
El oído absoluto (1989)
, Marcelo Cohen (1951). Un producto que debería ser obligatorio en los embotellamientos: en la cara interna llevan un mecanismo que, por medio de la aceleración del pulso, detecta el enojo y responde emitiendo un sonido que no se detiene, a menos que se recupere el buen humor.
2. Baby H.P.
Confabulario (1952)
, Juan José Arreola (1918-2001). Aprovechando la hiperactividad natural de los niños, este artefacto se adapta a su cuerpo, convirtiendo el movimiento en energía eléctrica y acumulable. Lo mejor de todo: ¡no electrocutará a su hijo ni lo convertirá en pararrayos!
1. El Aleph
El Aleph (1949), Jorge Luis Borges (1899-1986). Una pequeña esfera tornasol de dos o tres centímetros de diámetro, es el espejo y centro de todas las cosas; ahí todo confluye a la vez y sin sobreposición: «Vi enel Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo».