Se dice que el flamenco nació como una manifestación de protesta ante la expulsión de moriscos, judíos y gitanos del territorio español. En el año de 1492 los Reyes Católicos habían recuperado Granada, la última ciudad española ocupada por un rey musulmán, y en un intento por unificar su nación bajo la misma fe, la corona proclamó el exilio de las comunidades no cristianas.
—Lo cursi, el amor y los boleros—
Frente a estas persecuciones los pueblos se unieron y reinterpretaron los bailes andaluces, buscando expresar su furia y el dolor de partir de su tierra natal a través de los cantos Jondos y las percusiones del zapateo bailaor. A pesar de esto, no fue sino hasta el siglo xviii que se concretó como un estilo independiente de las Sevillanas y del resto de bailes gitanos de aquel momento.
El flamenco era algo más, el entramado de un gran número de tradiciones que se habían encontrado en Andalucía a finales del siglo xv, y continuó su evolución hasta inicios del siglo xx.
El espectáculo flamenco en todo momento se mueve entre lo popular y lo culto. Al principio sólo se interpretaba en Andalucía, al sur de Extremadura y en Murcia, por lo que sus términos se restablecieron para hacer alusión al habla meridional del vulgo español. Resaltan entre sus peculiaridades la pérdida de la «d» intervocálica, de ahí que se nombre a los intérpretes de flamenco: «el bailaor», «el tocaor», y que el vocalista sea comúnmente denominado «cantaor».
Con el paso del tiempo, y junto con las reformas de Carlos iii para proteger a la población gitana, se fueron sumando al flamenco otros sentimientos más alegres de júbilo y regocijo propios de las Bulerías y las fiestas taurinas. Fue también el momento en el que el rasgueo de la pequeña guitarra de madera, las palmas y el silencio entre ellas, advirtieron una expansión hacia el norte de España desde la zona de Galicia, La Rioja y Cataluña.
—A ver, qué entiendes por «flamenco»—
No obstante, con la pérdida de las últimas colonias españolas en América, la generación literaria del ’98 estigmatizó este baile folclórico por considerar que «afeminaba a los bailadores», además que iba en contra del casticismo, que era sinónimo de orgullo español.
El flamenco fue catalogado como vulgar y poco refinado, una expresión incomprendida del pueblo español.
Sin embargo, con la llegada de la generación del 27, algunos poetas como Federico García Lorca, entre otros, reivindicaron el flamenco utilizándolo en poemas como «Romance de la luna», en el cual en sus estrofas se narra cómo el astro nocturno baila sensualmente frente a un niño que la mira hechizado, y a lo lejos se escucha el galope de un caballo gitano, como un tambor que marca los tiempos al flamenco. El secreto de Lorca radicaba en el balance entre la tradición poética y los elementos cíngaros.
La defensa de la cultura gitana y andaluza desembocó en su difusión a nivel internacional.
Con las obras de Luis Buñuel la tradición andaluz llegó a la mayor parte de Europa a través de la pantalla grande, a ee.uu, y por supuesto a México, aunque ya existía aquí un culto y un vínculo a las danzas españolas. Lo bohemio se volvió sinónimo de España y a los ojos del mundo el flamenco comenzó a adquirir una gran fuerza, a tal punto que los mismos españoles, de norte a sur, comenzaron a aprehenderla y aceptarla como propia, a trabajarla e incluirla en sus obras, e incluso a bailarla de vez en cuando.
—Conoce el amor que alimentó la rebeldía—
En la actualidad, a lo largo de Latinoamérica han surgido diversas agrupaciones y academias de flamenco, incluso han aparecido de este lado del Atlántico figuras de suma importancia para el género, como lo fueron Manolo Vargas, Roberto Ximénez, Lucero Tena, Oscar Tarriba, entre otros, para después dar paso a nuevas generaciones como Mercedes Amaya o la del argentino Sebastián Sánchez.
En Asia, y más específicamente en Japón, se dice que el flamenco es tan popular que incluso hay más academias que en la propia España, y México no se queda atrás.
Aunque se sigue reconociendo Sevilla como la capital oficial del flamenco, esta música desde su creación se ha basado en el sincretismo cultural formado por una tradición de más de quinientos años, y la interpretación de las nuevas generaciones a nivel global.
Por ello no es de sorprenderse que Los Ruidos del Flamenco de Sebastián Sánchez presenten por el mundo su espectáculo, evocando las influencias de grandes artistas para este bailaor como, el bailaor Vicente Escudero, las pinturas de Salvador Dalí, y el pianista japonés Ryūichi Sakamoto.
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