Con motivo del estreno de la cinta Piratas del Caribe: la venganza de Salazar —Pirates of the Caribbean: Dead Men Tell No Tales— (2017), nuestros amigos de Walt Disney México, nos contactaron con el maestro Mario Cisneros, divulgador especializado del patrimonio Cultural del Instituto Nacional de Antropología e Historia —inah— en Campeche, para contarnos, a grades rasgos, cómo se vivió la piratería en las costas mexicanas durante el Virreinato.
He aquí el resultado de esa conversación:
Carlos Bautista [C.B]: ¿Cómo empezó la piratería en México? ¿Qué fue lo que la distinguió de otros países?
Mario Cisneros [M.C]: Es una pregunta bastante abierta. Las cuestiones políticas y económicas que impulsaron la piratería fueron similares en Europa como aquí, en el continente americano. Fueron terroríficos, de pesadilla, los ataques furtivos que recibieron las ciudades costeras y todo lo que estuviera vinculado económicamente con España. ¿Cómo inicia? Pues desde que llegaron los primeros exploradores al continente americano, en los primeros asentamientos en las costas; después, con el descubrimiento del oro y la plata, aumentaron como nunca estos ataques piratas.
C.B: Estamos hablando de que era la época del Virreinato en México, entre los siglos XVI y XVIII. ¿En aquel entonces, cuales eran los puntos atacados con mayor frecuencia?
M.C: Bueno, aquí en el Golfo de México, Veracruz y Campeche eran los dos puertos más relevantes de los que salía toda una serie de mercancías que eran transportadas a Europa, y por lo mismo, eran los blancos de ataque de estos ladrones marítimos. Fuera de México, en el Caribe fue donde más ocurrió esto, en las poblaciones españolas como Cuba, La Española, Jamaica…, que estaban ya pobladas y apenas en desarrollo.
C.B: Históricamente tenemos muchas referencias de los ataques de piratas como Henry Morgan —que asoló Panamá— o Francis Drake, pero ¿qué piratas célebres atacaban de forma recurrente en México?
M.C: Sobre todo aquí en Campeche; se dice que era tan hermosa la ciudad que hasta ellos se enamoraban y por eso venían con frecuencia. Piratas célebres había muchos, uno muy conocido en el siglo xvii fue Lewis Scot, un bucanero inglés que fue de los primeros en invadir costas del Caribe; otro de fama muy fúnebre: Laurent de Graaf (1653-1704) llamado «Laurencillo», un filibustero neerlandés que atacó Campeche dos veces; en una de ellas se quedó hasta tres meses y al irse realizó el ataque más cruento: destruyó la mayor parte del pueblo, incendió todo, secuestró y asesinó a cuantos pudo y se llevó todas las mercancías.
Se dice que arrancó hasta las puertas: mandó desarmar los herrajes de las puertas y ventanas de las casas más grandes, asaltando todas las iglesias, llevándose los objetos de culto religioso.
Otros piratas que atacaban con frecuencia eran William Jackson, Eduard Mansvelt, también neerlandés que los británicos reclutaron en Jamaica… en fin: hubo muchos muy reconocidos.
C.B: ¿Cómo se defendían estas ciudades de los piratas? ¿Cuáles eran sus fuerzas de resistencia o militares, si es que las tenían?
M.C: Es una muy buena pregunta, ya que justo por la falta de presupuesto de la Corona Española, muchas de estas poblaciones estaban abandonadas e indefensas.
Por lo regular, de la defensa de estos pueblos se encargaban los particulares, la misma gente que vivía en la ciudad.
Aquí, concretamente en Campeche, primero se construyeron algunas formas de defensa: atalayas y algunos edificios aislados, pero no fueron muy efectivos contra la ferocidad de estos señores. Después de un asalto pirata, por ejemplo de «Laurencillo» que arrasó la ciudad, las autoridades españolas y la población de Campeche se unió para crear todo un sistema defensivo que consistió en rodear la ciudad con una muralla —de más de 6 metros de altura y más de mil 500 metros de largo— en forma de un hexágono; era un circuito que aislaba la ciudad y que tenía en sus vértices baluartes para que ahí se pudiera instalar artillería que amedrentara a los piratas y resultara eficaz frente a los ataques.
C.B: Por eso se le conoce como La Ciudad Amurallada ¿no?
M.C: Precisamente, desde 1999 Campeche fue reconocida por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad, porque es una de las contadas ciudades del mundo con murallas y fortificaciones.
C.B: ¿Y estos piratas de cuántos eran sus grupos de ataque? Porque me imagino que no serían sólo una docena de personas, sino que eran grupos grandes.
M.C: Se dice que hay dos épocas o dos momentos de la piratería: cuando algunos barcos con individuos temerarios empiezan a merodear y asaltar a otras naves pequeñas, y después cuando ya son grupos organizados, decididos a asaltar puertos enteros.
Por ejemplo «Laurencillo», en uno de sus ataques a Campeche, trajo a mil hombres en aproximadamente 20 naves.
Otro pirata que asaltó Santo Domingo, en Jamaica, se dice que atracó en la isla con 13 mil hombres. Un almirante inglés de la época aseguraba que se necesitaban a cientos de personas para hacerse de un sólo punto de dominio. Las evidencias históricas nos revelan que se trataba de gente muy organizada y bastante bien armada.
C.B: ¿Cuántas personas cabían en un barco pirata de aquella época?
M.C: Depende, los barcos tenían siempre diferentes dimensiones; las galeras tenían entre 15 o 20 metros de ancho por 60 de largo; en esas embarcaciones llegaban a caber alrededor de cien personas; muy hacinadas, por cierto.
C.B: ¿A qué lecturas puede acudir uno para acercarse más y de forma confiable a cómo fue realmente la historia de la piratería en México?
M.C: Hay algunos libros que se han publicado. Uno que se ha leído mucho en Campeche recoge parte de estas historias y va de la mano con la construcción de las fortificaciones que la población y las autoridades españolas construyeron para defenderse de los piratas y que, de alguna forma, volvieron famoso al puerto; este libro se llama Piedras ante el mar (1996) de José Enrique Ortiz Lanz; es uno de los libros básicos para entender o conocer un poco de la historia de la piratería. Hay otro libro que se llama Piratas y corsarios en Veracruz y Campeche (1972) y es de Juan Juárez Moreno. Hay otro que se llama Los piratas de la laguna que es la historia de la piratería en Isla del Carmen, aquí en Campeche, que fue un lugar tomado como punto de reunión de piratas, así como la tan famosa Isla Tortuga. También tenemos Los piratas Lafitte (1984) de José Ignacio Rubio, un historiador de Mérida, que da una relación de cómo eran estos personajes y qué los motivaba a realizar esos ataques, que los impulsaba a hacer todas estas depredaciones en los mares del continente.
C.B: Es decir, ¿no todos tenían las mismas intenciones o los motivos de por qué dedicarse a la piratería?
M.C: Bueno, muchos eran motivos personales y otros eran motivos políticos; tal vez el motivo más evidente era el del enriquecimiento.
C.B: Me interesa mucho eso de tener diversos motivos, ¿cuáles serían los «motivos políticos» de un pirata?
M.C: Adquirir una reputación, sobre todo, tener un punto de control. Hacerse de fama, para luego tener un puesto o cargo de prestigio; por ejemplo, usted mencionó a Henry Morgan, quien de ser pirata pasó a ser gobernador de la Isla de Jamaica; eso ya era un motivo político, independientemente de la adquisición de riqueza. Otros fueron nombrados capitanes o incluso almirantes de la Marina inglesa, como Francis Drake, quien recibió todos los honores de su época e incluso recibió un trato de «héroe». La reina lo nombró “caballero”.
C.B: Con base en las cintas que se han hecho recientemente sobre piratas, ¿usted qué destacaría que sí esta apegado a la realidad o que ha sido una buena recreación?
M.C: Me parece que han tenido una muy buena propuesta con la vestimenta de la época, que sí remonta al espectador a conocer el contexto en el que se desarrollaban estas historias. Los interiores de los barcos, los cañones y la forma en la que se empleaban todo ese tipo de armas individuales como las espadas y los arcabuces. Incluso el lenguaje.
C.B: Y la apariencia de los individuos ¿no? Que se ven carcomidos por el sol, por el escorbuto y por todos esos males que les daba por andar tanto tiempo en el mar.
M.C: La propuesta, independientemente de que se trata de una ficción, me parece muy acertada, ya que gracias a estas cintas la gente puede adentrarse en ese espacio, esa historia, en el contexto de cómo era la vida de estos audaces y temerarios hombres; porque toda esta empresa de andar en los mares también requería de mucho valor, no cualquiera se adentraba en lo desconocido y en toda esa serie de dificultades. Los viajes interoceánicos no eran una cosa de todos los días e implicaban muchos riesgos y sacrificios; todo requería mucho esfuerzo y resistencia: la escasez de alimentos, en muchos casos ni siquiera tenían agua para beber y las enfermedades que procedían por la falta de higiene, sobre todo por el tipo de viaje y por la descomposición de los alimentos que, por la humedad y el encierro, duraban sólo unos días.
C.B: ¿A usted como investigador qué parte de la historia de la piratería le gustaría ver masificada en películas o en medios de mayor acceso a la población?
M.C: Creo que me gustaría ver el intercambio que ellos generaron en nuestra alimentación. El tráfico y el transporte de tantas especies de semillas y productos que llevaban consigo. Ellos llegaron con sus propias costumbres alimentarias a cada puerto y esto, en parte, hizo que México tuviera una mayor diversidad en los alimentos que se fueron adoptando en cada población.
Esto se conjugó y se mezcló con las costumbres amerindias y mesoamericanas dando lugar a una nueva gastronomía y a varias cocinas regionales que ahora existen.
Tal vez también me gustaría ver cómo los nativos o la población peninsular se defendía con lo que podía, protegiéndose a ellos mismos y a su patrimonio; los piratas no sólo atacaban para llevarse riquezas, también secuestraban gente para cobrar rescates y hasta para venderlos como esclavos en otras regiones.
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Con este contexto estamos seguros que disfrutaras más de la nueva cinta de Disney, Piratas del Caribe: la venganza de Salazar. He aquí un vistazo: