En Colombia, un mafufo es una especie de plátano llamada «de cuatro filos», y proviene de una lengua africana, el bantú. Pero eso qué importa, estamos en México, donde un mafufo —término que no registra el dem— es una de tantas formas de llamarle a la mariguana y, por extensión, al mariguano en sí. Lo mafufo es también algo sin sentido, que no se entiende, porque, precisamente, proviene de una experiencia alucinógena.
De este sustantivo, que puede ser también adjetivo, se deriva la mafufada, que es, según el Diccionario de mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua, un «disparate con un alto grado de tontería», un «objeto o situación carente de sentido», agrega nuestro Chilangonario1 v. Alberto Peralta de Legarreta, El chilangonario: vocabulario de supervivencia para el visitante de la Ciudad de México, México: Editorial Lectorum / Editorial Otras Inquisiciones, 2012.: una locura, una tontería, un alucine, algo bien fumado.
Su definición se ha ido ampliando para designar a algo de mala calidad, algo chafa.
Todos en alguna ocasión —o con frecuencia— hacemos o decimos mafufadas, con o sin yerba metida en el cuerpo. Desde el anciano político que se añade un bono de mil pesos por el Día de las Madres, hasta el mariguano de la esquina, que cual canción de Chava Flores jura y perjura: «Pero ahora sí, mañana no me drogo».
https://www.youtube.com/watch?v=OxE7oWvutFc
En Algarabía 134 no encontrarás mafufadas, y sí harta palabrería sobre temas que alborotarán tu mente.
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