Pues sí, el mito hebreo de Lilith llega hasta esos límites
y tiene su origen en el enigmático versículo: «Y creó Dios
al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad
y multiplicaos» —Génesis 1, 27-28.
No tendría nada de especial, salvo porque nos falta la parte del sueño profundo de Adán y la pérdida de su costilla para darle existencia a Eva —Génesis, 2-21-22—, y claro, el pequeño detalle es que está 25 versículos después de que Adán ya tenía mujer, hembra para ser exactos, a la cual bendijo Dios exactamente igual que a Adán: «Fructificad y multiplicaos» —esto es plural en español, inglés, francés y en todos los idiomas a los que se ha traducido la Biblia, aparece así, ambos bendecidos.
Y les dio señorío sobre los peces del mar, las aves de los cielos y las bestias que se mueven sobre la tierra, a los dos
al mismo tiempo.
Por eso es especialmente enigmático, y también porque no volvemos a saber de Lilith más que por su ausencia: «Y dijo Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él» —Génesis 2, 18.
Mujer demonio
¿A dónde se fue su hembra? ¿Por qué se fue si tenía tantos privilegios? Éstas y todas las preguntas que se pueden desprender de un pasaje que no lo dice todo, fueron motivo de discusión por horas, días y vidas enteras de los estudiosos hebreos: rabinos y jajamim —sabios—, que creían, sin lugar a dudas, que todo lo escrito en la Biblia —llamada Torá para ellos— era perfecto y hecho con la mano directa de Dios.
Ellos dedicaron su vida a darle una explicación. Y así nació Lilith, la mujer que desapareció del Paraíso por su propia voluntad al no querer sujetarse a los deseos de Adán, cayó en los infiernos, a un lado del Mar Muerto, donde viven los demonios, y cohabitó con ellos.
Lo interesante de los mitos como éste, perteneciente a la mística judía ancestral, es que rara vez resuelven una sola duda, sino que son aprovechados para dar respuesta a varios cuestionamientos que angustian el entendimiento incompleto de los hombres.
Así, las mujeres judías de antaño, al ser madres, tenían un mismo miedo hecho pregunta para sus rabinos: «¿Por qué mueren nuestros bebés recién nacidos? ¿Por qué si parecen estar sanos, amanecen sin más explicación dormidos para siempre?». Los sabios del pueblo no tenían las respuestas médicas ni científicas que nos tratan de resolver hoy el síndrome de muerte súbita o muerte de cuna, y como Dios no podía ser culpable de tal atrocidad, buscaron un demonio, una mujer demonio a quién echarle la culpa.
–Conoce: Los ovarios de Eva–
Y se la echaron a Lilith, quien para entonces ya había ganado entre sus atributos ser una mujer nocturna y solitaria que con su belleza seductora atrapaba jóvenes para perderlos entre su cuerpo.
Gracias a estas creencias, Lilith, por venganza contra Eva, se convirtió en la peor de las pesadillas de todas las mujeres.
Tanto, que no la volvieron
a mencionar jamás: su nombre estaba prohibido entre los judíos, y durante la Edad Media comenzó la costumbre de proteger a los bebés con amuletos cerca de la cuna, los cuales estaban escritos en un principio con los nombres de los ángeles que alguna vez trataron de convencer a Lilith de regresar al Paraíso: Senoy, Sansenoy y Semangelof. Pero pronto, los ángeles fueron sustituidos por amuletos, generalmente rojos, que decían Lilith Aby cuya traducción desde el hebreo antiguo significaría «¡Lilith, aléjate!».
Canción de cuna
Estos códigos
quedaron guardados
en el inconsciente de nuestras colectividades y aparecen en nuestros días con la naturalidad de una canción de cuna, así es que el término inglés lullaby, aplicado para nombrar las nanas o arrullos para bebé, parece tener su origen en esta protección antes escrita y después cantada: «Si Lilith se aleja, el bebé duerme tranquilo toda la noche» …y la mamá también.
Hay quienes prefieren creer que lullaby serían más bien los sonidos
de las madres mientras cantan, algo como «lu lu la la», pero el «by», que también hace referencia a bye, ‘adiós’ en inglés —«aléjate»—, nos quedaría volando en esta interpretación de sonidos guturales.
El mito de Lilith se mezcló con la historia de Lamashtu, un demonio femenino de origen mesopotámico que robaba o mataba a los niños por la noche.
Otra de las formas en que este código ha trascendido en el tiempo y refuerza el origen de lullaby, es en la costumbre de las comunidades judías actuales de todo el mundo, sobre todo de raíces orientales, de silenciar con miedo el nombre de Lilith.
Además, en las cunas de los recién nacidos siguen poniendo amuletos rojos, con ojitos y manitas protectoras, así como prendedores con las mismas imágenes en los mamelucos de los bebés; al igual que lo hacen las cruces o vírgenes diminutas en los niños católicos.
¡Pobre Lilith! Lo irónico de esta historia es que en cada arrullo a un bebé, Lilith, desde su nombre oculto en lullaby, ayuda a dormirlo.
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