Un sábado por la noche, mientras escuchaba el disco The Idiot de Iggy Pop, el líder de la banda británica Joy Division se ahorcó en su casa en Macclesfield, Reino Unido. Así decidió terminar con su oscuro pero sobresaliente momento en la historia del rock.
Era 18 de mayo de 1980, el compositor de 24 años acababa de hablar por teléfono con su amante Annik Honoré, quien lo intentaba convencer sobre dejar a su esposa Deborah y a su hija Natalie de seis meses. Ya llevaban tiempo separados, sin embargo, él no estaba seguro de tomar la radical decisión de abandonarlos.
Para entonces, Ian y Joy Division ya conocían el éxito. Su primer álbum: Unknown Pleasures, fue la carta de presentación que llevó a esa banda al reconocimiento mundial; The New York Times definió a éste y a su siguiente —y último— álbum Closer, como «áspera y turbadora mezcla de elementos viscerales y etéreos.»
El nombre de la banda surgió del libro La casa de las muñecas de Ka-Tzetnik, que relata el sufrimiento de unas mujeres judías prostituidas durante la Segunda Guerra Mundial.
Los miembros de Joy Division se conocieron en un concierto de Sex Pistols. El bajista Peter Hook, el guitarrista Bernard Sumner e Ian, decidieron formar lo que en un inicio era Warsar; después se les unió Stephen Morris en la batería, y al poco tiempo rebautizaron la banda, y Factory Records fue la compañía discográfica que les brindó apoyo desde sus inicios. Tras el éxito de su primer álbum, Warner Bros. y otras empresas les ofrecieron contratos para producirlos, pero Joy Division se mantuvo fiel al sello independiente.
Al día siguiente del suicidio de Ian, la banda debía comenzar su primer gira por los EE.UU. La realidad era que los conciertos empeoraban su salud, pues desde varios años antes el vocalista, de una voz barítona, cruda y potente, sabía que tenía epilepsia. Esta enfermedad empeoró con la mezcla en su consumo de drogas y medicamentos, que a la vez ingería con alcohol. Una terrible depresión fue el efecto secundario que contrajo de esta combinación.
Su enfermedad le provocaba ataques epilépticos similares a los bailes que hacia durante sus conciertos en el escenario. No se sabe si aquellos movimientos eran voluntarios o si realmente estaba sufriendo ataques, lo que era cierto es que su salud se deterioraba, a la par que la cantidad de conciertos exigía más de su rendimiento en el escenario.
Deborah fue quien encontró a su esposo colgado en su casa, a las once de la mañana del día siguiente, con ese álbum de Iggy Pop sin detenerse en el tocadiscos.
Que haya elegido ese fondo musical antes de morir no fue coincidencia, Ian era admirador de James Newell Osterberg, así como de la poesía de Franz Kafka y de los textos de Jean Paul Sartre, quienes fueron grandes inspiraciones en su vida.
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es en vivo: su voz desolada, oscura, postapocalíptica como pocas, falla en las grabaciones de estudio, pues no se comparan con la intensidad y, por supuesto, la densidad de sus interpretaciones. Sus letras crudas y el sonido puro de los instrumentos evocan el espíritu del punk, pero con una sofisticación impensable para el género de los tres acordes y los peinados mohicanos.
«I can now see everything falling to pieces before my eyes»
Ian Kevin Curtis nació en Manchester el 15 de julio de 1956 dentro de una familia de clase media. Antes de decidir ser músico quería ser doble de acción, y un día se tiró con un trineo del techo de su casa. La noche de su suicidio quizá recordó esa inconsciente aberración a la vida; sabía que el amor lo destrozaría.
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