Aprenderás con el tiempo
Para referirnos a alguien que sabe mucho, que se mueve como pez en el agua en la literatura, la filosofía y la historia —o en cualquier rama del conocimiento humano—, generalmente usamos la palabra erudito. Una persona erudita es la que sabe de todo y puede hablar de todo.
Calificamos a un personaje de erudito para expresar que es letrado e ilustrado en general; es decir, que es culto, sin importar si es especialista en una materia.
«Prefiero un libro que me hable como un hombre, a un hombre que me hable como un libro.»
Miguel de Unamuno
Es curioso que la misma palabra se utilice para denotar tanto especialidad como generalidad. Según el DRAE, como adjetivo, erudito es alguien «instruido en varias ciencias, artes y otras materias» y, como sustantivo, «persona que conoce con amplitud los documentos relativos a una ciencia o arte».
¿Qué dicen los eruditos?
La palabra viene del latín erudītus, de ex, ‘fuera de’, y rudis, ‘rudo’, o sea «grosero, burdo», «que está en bruto, no trabajado»; es decir, «el que se le quitó lo burdo». El Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, de Joan Corominas, lo consigna también como derivado de rudimentum, ‘rudimento’, los primeros recursos del proceso de aprendizaje. Hacia finales del siglo XVI, erudire significaba ‘quitar la rudeza’, ‘enseñar’.
Para la Encyclopædia Britannica, la erudición «denota aprendizaje o conocimiento, sobre todo, el relativo a la historia y las cosas antiguas, las lenguas y los libros, resultantes del estudio arduo y la lectura exhaustiva». Así, lo erudito refiere al estudio, a la cultura libresca y enciclopédica, y se distancia de la sabiduría que proviene de la intuición, la experiencia y la vida cotidiana.
Nada les parece
A pesar de ser una palabra que podría gozar de prestigio, el sustantivo ha sido criticado por escritores y filósofos que acusan a los eruditos de sólo acumular datos y referencias, en lugar de reflexionarlos y criticarlos, o de relacionarlos con los aprendizajes del trabajo y con formas y vías del conocimiento alternativas.
Por ejemplo, Ambrose Bierce definió erudición como «polvillo que cae de un libro a un cráneo vacío», e ignorante como «persona desprovista de ciertos conocimientos que usted posee, y sabedora de otras cosas que usted ignora», reivindicando la idea de que todos los humanos somos sujetos de conocimiento —y podemos saber mucho de algo— aun sin haber sido educados formalmente o de tener el hábito de la lectura y el estudio.
Y, en la misma tónica, Amado Nervo manifestó: «la erudición es una forma de la pereza: evita, en efecto, la fatiga de pensar».