Próximamente podrás disfrutar de una divertida lectura con el libro Estupideces de todos los días: de moteles, tópers y flatulencias. Sea como advertencia o escarmiento, los textos que componen este volumen nos confrontan con las estupideces cotidianas de las que somos presa fácil.
El humor es el punto de encuentro, y la reflexión va desde de nuestras más íntimas costumbres como mexicanos, con los pormenores de la festividad de los Reyes Magos, de la hora sagrada del lunch, de los recalentados que se guardan en tópers «de segunda» para no perder los «buenos»… hasta los síndromes, también muy mexicanos, que nos hacen languidecer ante el éxito o la amenaza de nuestra identidad; así como las muertes más ridículas que merecen un premio, la preferencia por las rubias —que en algunos casos, sí resultan tontas—, los filtros mágicos a los que muchos recurren «para conseguirlo todo» o los inventos más inverosímiles que dan cuenta de nuestras hondas preocupaciones como especie.
Éste es un libro que no puede faltar en la biblioteca de quienes les gusta el humor y la crítica sin complacencias.
Del texto «No te lleves mis tópers»
«[…] sin importar lo ordenado o meticuloso que sea uno, siempre quedará un tóper en el fondo del refrigerador, con sobras de comida que uno guarda «para saborear después» y que, con el paso del tiempo, se convierten en un experimento casero que comprueba cómo los hongos pueden originar vida inteligente, y en una verdadera bomba de tiempo que uno se ve forzado a abrir con la nariz tapada y bajo el grifo del agua abierto.»
Del texto «Filtros mágicos para hacerse amar y otros remedios para “alcanzarlo todo”»
Para apagar los ardores amorosos en la mujer:
Redúzcase a polvo el miembro genital de un toro y adminístrese el peso de un escudo de estos polvos en un caldo compuesto de ternera, verdolaga y lechuga a la mujer demasiado aficionada a los placeres de Venus.
Para curar las hemorroides:
Basta con sentarse sobre una piel de león.
Del texto «El beneficio de las ventosidades»
No cabe duda de que tirarse pedos es una costumbre antigua, aunque no, como ciertos autores han asegurado, tan antigua como el mundo. Creo que, antes de que el Diablo apareciera disfrazado de serpiente enorme, ni nuestro padre ni nuestra madre primigenios soltaban ventosidades.
Como habían sido creados por manos divinas, no resultaba razonable pensar en que realizasen esas operaciones cotidianas y viles que el hombre ha practicado desde la expulsión del Paraíso.
Es harto probable que Adán y Eva empezaran a ventosear cuando abrieron los ojos, cuando fueron condenados a labrar la tierra por su desobediencia, pues resulta indudable que el trabajo produce pedos. Aunque también existe una gran posibilidad de que esa grosera operación diera comienzo antes de que empezaran a trabajar: del mismo modo que, según se dice, el miedo puede manchar de forma inmunda unos [calzones], también puede causar pedos de susto. ¿Y quién sería capaz de no hacer las dos cosas si una serpiente enorme y monstruosa, enroscada a un manzano, entablara una conversación con nosotros? […]
Tomado del libro Estupideces de todos los días: de moteles, tópers y flatulencias.