Este mundo ya no es amigable con los fumadores, gracias al impuesto cada vez más alto al tabaco y la prohibición de consumirlo en espacios cerrados; quienes gustan de fumar han sido obligados a exiliarse en las banquetas de los bares y los restaurantes, los patios y las azoteas.
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Cada vez es más común que al encender un cigarro la mayoría de la gente te mire como si acabaras de prender la mecha de una granada de mano. Es cierto, el cigarro está asociado a enfermedades mortales —como la neumonía y el cáncer de pulmón— pero se equivocan quienes ven en él una moda que, como tantas otras, tiene los días contados. Fumar es en realidad una habito milenario que data de casi 5 000 años antes de Cristo, cuando el tabaco ya se cultivaba en América, principalmente en Perú y Ecuador.
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Sin embargo, se tienen registros de que la costumbre de fumar otro tipo de plantas es aún más antigua; según el gran historiador griego, Herodoto, los babilonios, los escitas y los tracios acostumbraban fumar cáñamo y otras yerbas de la zona. Sólo que su uso jamás se popularizó, como sí ocurrió con el tabaco, que los colonizadores españoles llevaron a Europa entre muchos otros dones de la tierra recién descubierta.
Los nativos americanos no sólo fumaban por el mero placer de hacerlo sino que estaban convencidos de las propiedades medicinales del tabaco y además lo bebían, lo untaban, masticaban, aspiraban e incluso lo usaban en enemas.
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La primera mención que se hace al consumo del tabaco en América aparece en 1535 en la Historia general y natural de las Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo, donde se relata que un cacique de los indios taínos le regaló a Juan Grijalva un «tubito encendido por uno de los extremos». Ese mismo año, los españoles instituyeron el cultivo del tabaco en Santo Domingo y posteriormente lo extendieron a Trinidad, Cuba, México y las islas Filipinas. Para inicios del siglo xvii el consumo de tabaco se había extendido por toda Europa, tanto en las cortes como en las aldeas más pobres, donde, según algunos historiadores, era prácticamente obligado, pues «mataba el hambre».
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Así que la próxima vez que te digan que fumas por moda podrás responder que en realidad eres parte de una de las tradiciones más antiguas de esta tierra y que, como bien decía Alessandro Pertini: «De los no fumadores podemos aprender la tolerancia. Todavía no conozco uno sólo que se haya quejado de los no fumadores».
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Tomado de Fumar es un placer, colección Vicios; Editorial Lectorum y Editorial Otras Inquisiciones: México, 2013.