Si alguien tuvo la capacidad de sacarle jugo a toda la tarugada politiquera mexicana y además, revolcarse de la risa —pero con verdadera gana—, ése fue Jorge Ibargüengoitia, porque, segurito, tenía el humor en el hígado.
De su satírica pluma se escaparon Salinas, Zedillo, Fox, Calderón, tal vez, Peña y todos su séquitos; y mientras ellos libraron la bala certera, los demás nos quedamos sin leerlo ni escucharlo para carcajearnos con su irónico tino.
En fin, que para hablar acerca de Ibargüengoitia necesitamos a Jorge, porque, como siempre decimos en Algarabía: él, siempre tiene la razón.
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Nací en 1928 —el 22 de enero— en Guanajuato, una ciudad de provincia que era entonces casi un fantasma. Mi padre y mi madre duraron veinte años de novios y dos de casados. Cuando mi padre murió yo tenia ocho meses y no lo recuerdo. Por las fotos deduzco que de él heredé las ojeras. Al quedar viuda, mi madre regresó a vivir con su familia y se quedó ahí. Cuando yo tenía tres años fuimos a vivir a la capital, cuando tenía siete, mi abuelo, el otro hombre que había en la casa, murió.
«Jorge Ibargüengoitia dice de sí mismo», Vuelta, marzo de 1985
A los siete años había yo escrito mi primera obra literaria. Ocupaba tres hojas que recorté de una libreta y que mi madre unió con un hilo. No recuerdo qué escribí ni qué tipo de letra usé, pero todos los que vieron aquello estuvieron de acuerdo en que parecía un periódico.
«Las dos y cuarto (un recuerdo)» Sálvese quien pueda
«Cuando trato de recordar el proceso de mi aprendizaje escolar, uno de los puntos más misteriosos es por qué aquellos personajes que se subían en el estrado habían elegido la carrera de profesores. ¿Habrán estado muertos de hambre? ¿Encontrarían algún placer en pasar parte del día frente a cincuenta muchachos aburridos, en el mejor de los casos, o amotinados, en el peor?
»Uno de los profesores que recuerdo con mayor precisión era “La Coqueta”. Daba clase de Historia Universal. Era un tirano. Se sentaba en el borde del escritorio y apuntaba con el dedo al alumno que había elegido como víctima. […]
»A pesar de que estudié su materia con gran cuidado y saqué diez al final del año, todo lo que recordaba de la Guerra de los Treinta Años al recibir la boleta, es que había durado 30 años. […]
»Otras materias, como por ejemplo, las Etimologías, que no tenían ningún interés y que evidentemente no tenían tampoco importancia ni aplicación práctica, se dificultaban porque el maestro que las enseñaba era un ogro. “Ustedes son unos masticadores de carroña”. Nos decía el profesor Baldas.
»Tenía unas narizotas y el convencimiento de que había vivido heroicamente. “Tres veces me formaron cuadro. Tres veces he estado frente al pelotón de fusilamiento”. Desgraciadamente no llegó a ser ejecutado y vivió para hacerme pasar setenta de las horas más soporíferas de mi vida.»
«La situación escolar, memorial de un alumno», Instrucciones para vivir en México
«Crecí entre mujeres que me adoraban. Querían que fuera ingeniero: ellas habían tenido dinero, lo habían perdido y esperaban que yo lo recuperara. En ese camino estaba cuando, un día, a los veintiuno, faltándome dos para terminar la carrera, decidí abandonarla para dedicarme a escribir. Las mujeres que había en la casa pasaron quince años lamentando esta decisión, más tarde se acostumbraron».
Jorge Ibargüengoitia dice de sí mismo, Instrucciones para vivir en México
«Rodolfo Usigli fue mi maestro, a él le debo en parte ser escritor y por su culpa, en parte, fui escritor de teatro diez años. […]
»En la primera clase nos hizo una advertencia: “ustedes creen que van a aprender a escribir obras teatro por tomar esta clase. Se equivocan. El que tenga talento aprenderá a escribir teatro aunque no la tome y el que no lo tenga no lo aprenderá aunque le tome cien años”.»
Recuerdo de Rodolfo Usigli, Autopsias rápidas
«En primer lugar debo confesar que no recuerdo qué fue lo que me impulsó a recibirme, porque nunca esperé sacar ningún beneficio del título profesional. Este título, me da mucha vergüenza decirlo, es el de maestro en letras especializado en arte dramático. […] Durante el examen ocurrieron cosas siniestras. La primera pregunta del jurado fue: “Díganos, Jorge, ¿cree usted que estemos capacitados para juzgar su obra?” Yo con toda sinceridad, contesté que no. En ese momento perdí el Cum laude.»
«Examen profesional. Las experiencias comunes», Instrucciones para vivir en México
«Lo más ridículo de mi caso es que una vez obtenido el título, me dio flojera recogerlo y hasta la fecha, quince años después, sigue —supongo— guardado en la rectoría. Nunca lo he necesitado.»
«Noticias del alma mater, ¿Al borde del caos?», Instrucciones para vivir en México
«En 1960 gané un concurso literario patrocinado por el Lic. Uruchurtu. Salí en los periódicos retratado, dándole la mano al presidente López Mateos y recibiendo de éste un cheque de veinticinco mil pesos. Mis acreedores se presentaron en mi casa al día siguiente.»
«Mis embargos», La Ley de Herodes
«Durante un tiempo, hace años, fui crítico de teatro. Mis crónicas tuvieron un éxito modesto. Con ellas logré lo que nunca pude lograr con mis obras de teatro; es decir, que alguien las leyera. […] una persona muy conocida, a quien yo considero inteligente, me dijo: “¡Es mucho más divertido leer tus crónicas que ir al teatro!”
»Al principio me dio mucho gusto el comentario. después me puse a pensar que, en efecto, el señor tenía razón. […] Pero si escribiendo yo les evitaba a muchas personas la molestia de ir al teatro, estaba convirtiéndome en un chivo expiatorio, papel que no estaba yo dispuesto a aceptar.»
«Para qué sirve la crítica. El juego de Juan Pirulero», Autopsias rápidas
«Cuando Usigli regresó a México para el estreno de Corona de fuego, obra que me parece abominable, concedió una entrevista en la que, cuando se le preguntó su opinión sobre los escritores jóvenes, dio una docena de nombres, pero no el mío. Entonces me dio mucha rabia. Ahora, a veinte años de distancia, comprendo que esta omisión pudo deberse a un milagro operado por la entrevistante. El caso es que yo, en venganza, escribí, y publiqué en el suplemento de Novedades, una nota intitulada “Sublime alarido del exalumno herido” acompañado de una tragedia en verso libre que se llama “No te achicopales Cacama”. Nada de lo que he escrito ha sido tan venenoso ni nada ha tenido tanto éxito.»
«Recuerdos de Rodolfo Usigli», Autopsias rápidas
«Otra imagen vana que me gusta conjurar, es el señor presidente, por la mañana, antes de probar el jugo de naranja, preguntando: “Qué dijo hoy Ibargüengoitia?”.»
«¿Si tachamos nos hundimos? Escritores toreros», Ideas en venta
«Sábado en la noche. Estaba yo muy tranquilo, jugando ajedrez con mi mujer, cuando llamaron a la puerta. Era una camioneta del Fondo de Cultura Económica. Un recado: “Que llame a tal teléfono, el lunes a primera hora”. Pasó un rato antes de que me diera cuenta de la última frase, “para un asunto de carácter presidencial”.
—Han de querer invitarme a un desayuno a deshora —dije.
—No —dijo mi mujer—. Más bien ha de ser que le dediques Los relámpagos de agosto al alcalde de Quito.
—O bien, que quieren hacer una antología monumental de literatura lambiscónica y me va a pedir que escriba yo un terceto.
—Nótese que hasta este momento el narrador tiene tantas esperanzas de que lo inviten a un viaje a Argentina como cualquiera de los que están leyendo el periódico—
Y que pasa el sábado y que pasa el domingo y que llega el lunes y que hablo al Fondo y que me dicen que se trata de que yo vaya a Argentina —con otros, no sé, más de cien, intelectuales mexicanos.
—¿Es gratis? —pregunto.
—Hombre, por sabido se calla —me contestan.
—Déjenme pensar un rato —digo, y cuelgo.
¿Por qué pensar un rato? Porque yo siempre he dicho que lo que quiero es que me inviten a una cosa de éstas para poder decir que no voy.
Me doy una vueltecita por el jardín, como meditando. Le digo a mi mujer de qué se trata.
—You lucky swine —me dice.
Eso me decide. Ni hablar, voy. Pero al mismo tiempo comprendo que a la que deberían haber invitado es a mi mujer. Ella es la que quiere ver el guanaco, el ombú, los glaciares de la Tierra del Fuego, la isla de La Desolación. Ni modo.
[…]
En la tarde saco del ropero mi traje azul marino, que, oh maravilla, todavía me cierra.
—Éste, para el suceso presidencial —me dice mi mujer, mientras lo sacude.
Ella lo cuelga de un perchero. Yo me quedo pensando:
—Nadie me va a creer, pero esto es lo único que le he chupado a la patria.»
«Viaje gratis, rumbo a un hemisferio desconocido», La casa de usted y otros viajes
«Cuando Julio Scherer me invitó a escribir en el Excélsior, me dijo más o menos: “Quiero que usted escriba una vez a la semana artículos sobre cualquier asunto que le interese”. Mientras él hablaba yo pensaba que mi vida periodística iba a durar aproximadamente un mes.»
«Notas sobre la selección y la edición», Autopsias rápidas
El último texto publicado:
«Yo paso los días en París y las noches en México. Si los sueños tuvieran acotaciones como obra de teatro, los malos dirían: “La acción se desarrolla a veces en la ciudad y otras en la provincia, pero siempre en México”.»
«En primera persona. Exiliados», Vuelta núm. 81, agosto de 1983
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Jorge Ibargüengoitia nació en Guanajuato, Guanajuato, México, el 22 de enero de 1928; y murió en Madrid, el 26 de noviembre de 1983, en accidente aéreo. Ibargüengoitia, dramaturgo, narrador, traductor, ensayista y periodista, empezó a estudiar ingeniería en la Universidad Nacional Autónoma de México, pero la dejó faltándole 2 años para concluirla y se dedicó a estudiar arte dramático en la misma universidad.
Aquí dejamos su obra para que la busque y la disfrute.
TEATRO:
- Susana y los jóvenes (1954).
- La lucha con el ángel (1955).
- Clotilde en su casa, como Un adulterio exquisito (1955). Publicada, en Teatro mexicano del siglo XX; México: Fondo de Cultura Económica, 1956.
- Ante varias esfinges (1959).
- El viaje superficial (1960). Publicada en Revista Mexicana de Literatura, junio-septiembre, 1960.
- El atentado. Premio Casa de las Américas 1963.
- La conspiración vendida. México: Novaro, 1975.
- Los buenos manejos (1980).
- Obras de Jorge Ibargüengoitia. Teatro I. Contiene: «Susana y los jóvenes», «Clotilde en su casa» y «La lucha con el ángel»; México: Joaquín Mortiz, 1989.
- Obras de Jorge Ibargüengoitia. Teatro II. Contiene: «Llegó Margó», «Ante varias esfinges» y tres piezas en un acto: «El loco amor viene», «El tesoro perdido» y «Dos crímenes»; México: Joaquín Mortiz, 1989.
- Obras de Jorge Ibargüengoitia. Teatro III. Contiene: «El viaje superficial», «Pájaro en mano», «Los buenos manejos», «La conspiración vendida» y «El atentado»; México: Joaquín Mortiz, 1990.
ENSAYOS:
- Teatro mexicano contemporáneo; Madrid: Aguilar, 1957.
- Sálvese quien pueda; México: Novaro, 1975.
NOVELAS:
- Los relámpagos de agosto; México: Joaquín Mortiz, 1965.
- Maten al león; México: Joaquín Mortiz, 1969.
- Estas ruinas que ves; México: Novaro, 1975.
- Las muertas; México: Joaquín Mortiz, 1977.
- Dos crímenes; México: Joaquín Mortiz, 1979.
- Los pasos de López; México: Océano, 1982.
CUENTOS:
- La ley de Herodes y otros cuentos; México: Joaquín Mortiz, 1967.
- Piezas y cuentos para niños; México: Joaquín Mortiz, 1990.
PERIODISMO:
- Viajes en la América ignota. México: Joaquín Mortiz, 1972.
- Autopsias rápidas. Selección de artículos publicados en Excélsior y Vuelta, compilados por Guillermo Sheridan. México: Vuelta (Serie Reflexión), 1988.
- Instrucciones para vivir en México. Selección de artículos publicados en Excélsior (1969-1976), compilados por Guillermo Sheridan. México: Joaquín Mortiz, 1990.