Si usted es lector fiel de Algarabía, recordará que en la edición dedicada a la ciudad de Londres —publicada en julio del 2012— hice un ejercicio de memoria en torno a un álbum que, sin exagerar, cambió la historia de mi vida. Me permito reproducir la parte que nos interesa:
«Una tarde de 1980, mi hermano mayor llegó a casa con un LP que un amigo le había prestado. No tenía fotos o nombres en la portada. Sólo una superficie negra y un triángulo de aristas blancas atravesado por un haz de luz blanca que se descomponía en los colores del arcoíris. Pusimos el disco en la consola de mis abuelos, la aguja cayó en el pesado acetato, y brotó el sonido. Yo tenía 8 años, y un universo completo entró por mis oídos…»
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En efecto, me refiero a The Dark Side of the Moon, que salió al mercado británico el 24 de marzo de 1973 —a pesar de que ya había sido puesto a la venta en los ee. uu. desde el 1 de marzo, esta fecha se considera la fecha oficial de su aniversario—, de modo que ayer millones de fanáticos celebramos su cumpleaños número 40. Desde su sitio oficial y sus redes sociales, la banda británica invitó a sus fanáticos de todo el mundo a compartir recuerdos y experiencias a través de Twitter, usando el hashtag #DarkSide40. Pero, bien a bien, ¿cuáles son las razones para que un simple acetato, con poco menos de 43 minutos de música, cobre tanta importancia en la historia de la música popular del siglo xx?
Las listas
Según nos cuenta la prestigiosa revista Billboard, el 17 de marzo de 1973 «una banda que se encontraba en transición musical llamada Pink Floyd» llegó a las listas del Top 200 con la salida de su nuevo álbum, The Dark Side of the Moon, que se coló en el lugar 95 de dicha lista, convirtiéndose en el debut más importante de la semana. Entonces, algo curioso ocurrió: nunca salió de las listas. O casi nunca, que es lo mismo.
Después de poco más de catorce años —736 semanas, para ser preciso—, en julio de 1988, finalmente abandonó la lista de los Billboard 200. Tiempo después, el álbum reingresó a dicha lista, además de que estuvo 759 semanas en la lista Top Pop Catalog Albums; de este modo, Pink Floyd —y este álbum en particular— alcanzó el imponente récord de 1500 semanas en las listas. Ningún artista del mundo, y ningún álbum, se acerca siquiera a esta marca.
La disquera afirma que el Dark Side ha vendido alrededor de 40 millones de copias en todo el mundo, y que hoy en día sigue desplazando entre 8 mil y 9 mil copias en una semana promedio. De hecho, el álbum sigue colándose de manera intermitente en la lista Billboard 200, y casi todas las canciones del álbum siguen programándose en estaciones de radio, y son algunas de las más tocadas en las estaciones especializadas en rock clásico, según estudios de Nielsen Broadcast Data Systems.
La obra
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Pero no todo se reduce al éxito comercial. Si ése fuera nuestro único criterio, Michael Jackson sería el artista más grande del mundo, y su álbum Thriller (1982) sería el más trascendente de la historia. Para algunos quizá sea así, pero examinemos otros caminos.
Waters cuenta cómo se concibió el álbum: «Estábamos en una junta creativa en el departamento de Nick [Mason], y yo recuerdo haberme sentado en la cocina y haber dicho: “Oigan, creo que tengo la respuesta” y les describí la estructura del álbum: se trataba de las presiones, las dificultades y las preguntas que surgen en la vida de cualquiera y nos crean ansiedad, y de las posibilidades que tenemos de resolverlas o de elegir el camino que vamos a seguir. […] Se trataba de una muestra de empatía política, filosófica y humanitaria que estaba desesperada por salir a la luz».
En la era anterior a la Internet, no era muy osado «probar» material nuevo en vivo, antes de su salida al mercado, de modo que Pink Floyd tuvo la oportunidad de pulir sus nuevas composiciones a partir de las reacciones del público en sus conciertos. Así, la primera interpretación parcial «oficial» del Dark Side —como le llamamos los pinkflómanos— fue el 20 de enero de 1972, en el Brighton Dome —en Brighton, Inglaterra—, y la primera interpretación completa tuvo lugar la noche siguiente en el Portsmouth Guildhall —Hampshire, Inglaterra—. Desde el principio, se concibió como una pieza para escucharse de corrido, con sólo un «intermedio» para dar vuelta al acetato de 33 rpm.
El álbum se grabó entre los meses de mayo de 1972 y enero de 1973, en los Abbey Road Studios —donde antes The Beatles habían llevado a cabo sesiones históricas—. La primera mezcla del Dark Side, con Alan Parsons en la consola, se realizó en diciembre de 1972; ésta no incluía la voz de Clare Torry en «The Great Gig in the Sky», ni las grabaciones en vivo del órgano casi religioso de Wright, ni las voces de la misión espacial Apolo 17.
La trascendencia
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Expertos y fanáticos coinciden, en términos generales, en que el Dark Side es la obra maestra de Pink Floyd, una de los enclaves del rock progresivo, y uno de los álbumes más logrados —en términos de producción y logros artísticos— de la historia del rock & roll. La revista Rolling Stone, por ejemplo, lo sitúa en el lugar 43 entre los 500 mejores álbumes de todos los tiempos.
El Dark Side es la culminación de los viajes internos del cuarteto londinense, y la consolidación de Roger Waters como motor conceptual y creativo de la banda. Sin ser el primer álbum conceptual de la historia, marca un punto y aparte en la narrativa de antecesores suyos como el Sgt. Pepper´s Lonely Heart Club Band, de The Beatles, o In the Court of the Crimson King, de King Crimson. Sus letras no son fantásticas ni poéticas: hablan, en términos llanos, de la soledad, la prisa, el aislamiento, la muerte, la avaricia y la locura de la vida moderna que, desde aquella lejana década de los 70, ya se vislumbraba.
Parte de lo duradero de su encanto es la fortaleza de su material: cada track está escrupulosamente producido y puede sustentarse por sí solo, pero también forma parte de un concepto cohesionado que brinda una experiencia de escucha sin sobresaltos que, como dicen, «es mucho más que la mera suma de sus partes».
Y a propósito del icónico diseño de Storm Thorgerson, si se me permite la disgresión, podría afirmar que todos hemos leído la portada del Dark Side en sentido contrario: no es la luz blanca la que se descompone en los siete colores del espectro, sino son estos elementos disímbolos —que libremente yo llamo: tecnología, aspiración artística, escritura y discurso, experimentación, diseño, sentido del mercado y resistencia al paso del tiempo— los que se integran para generar la luz que dota a este álbum del brillo y del sentido de perfección del que sigue gozando. Después de 40 años, la carcajada del lunático sigue retumbando en nuestras cabezas.
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Así, mientras la luz del atardecer se extingue en la habitación en la que escribo, y cumplo con el ritual obligado de escuchar —y redescubrir por enésima ocasión— el álbum ahora cuarentón, percibo su presencia como la de un amigo lejano de la infancia que me acompañó en los viajes intergalácticos generados por mis lecturas de ciencia ficción, en las incontables noches de estar acostado en el jardín viendo las estrellas y empezando a tratar de entender mi lugar en el Universo, y que me ha tendido la mano a lo largo de mi vida —al fin y al cabo, somos de la misma edad—, desde mi juventud, mis punzadas hormonales, mis escuelas y los distintos hogares que he habitado. Felices 40 años.