Dicen los enterados que la escritora estadounidense Anita Loos escribió Los caballeros las prefieren rubias luego de ver cómo su amigo, el también escritor Henry Mencken, perdía toda compostura y dignidad con una güera de la que se había enamorado. Con aquel pegajoso título, Anita no estaba descubriendo el hilo negro. Tal vez sólo sacando hebra. O un simbólico pelo rubio de la ropa de todo el género masculino.
Las rubias han fascinado, horrorizado y provocado risitas a la humanidad desde hace miles de años. De María Magdalena —quien con frecuencia es representada rubia— a Paris Hilton, las mujeres de pelo amarillo han sido una señal preventiva de peligro… al menos para las esposas.
Que a todos nos gustan es un hecho comprobado. Según un reciente estudio, el porcentaje de rubias que aparece en revistas, cine y televisión excede por mucho a la proporción de rubios entre la población. ¿Se divierten más que las morenas? ¿Son realmente tan tontas como dicen? ¿Tienen más sexo que sus amigas de pelo castaño? Algo hay de verdad en ello. Las güeritas mueven algo en los hombres —aparte de lo que guardan en el pantalón— y producen la envidia de las morenas, a quienes no les quedó de otra que apropiarse del estereotipo de inteligentes y nobles. La fascinación por el rubio está lejos de ser una invención de Hollywood.
Puede que la explicación sea mucho más antigua que los locos años 20, cuando se publicó la primera edición de la insigne novela de Loos. De hecho, hay que remontarse al tiempo de las pirámides de Egipto; quizá un poco más atrás.
Morenas en Stonehenge
La piel sonrosada y el cabello amarillo son una novedad absoluta en la historia de la humanidad. Y, como buena novedad, siguen vendiendo. Según las investigaciones genéticas, la gente rubia apareció en el norte de Europa como resultado de una mutación, hace unos onceo cinco mil años, dependiendo a qué universidad le preguntemos. Es decir, prácticamente ayer, en la cadena evolutiva.
Supongamos que fue hace cinco mil años. Eso quiere decir que la primera rubia de la humanidad, enfundada en sus ropas de castor, le pudo haber guiñado el ojo a un despistado constructor de Stonehenge, pero ella habría sido una absoluta rareza. Descartada la posibilidad de que aquella delicada niña se haya echado un bote de peróxido, ¿cómo fue que obtuvo el pelo amarillo?
Una de las teorías más populares es que la piel y el pelo claros fueron una necesidad evolutiva. En términos muy simples: el norte de Europa es una zona con muy pocas horas de sol, y una epidermis blanca favorece la absorción de luz, necesaria para la síntesis de la vitamina d y, por consiguiente, para que no se rompan y se deformen los huesos.
Rubia en antro
Pero quizá las esposas celosas no estén del todo equivocadas: la aparición de las rubias podría, también, tener algo que ver con lo que los científicos llaman «selección sexual». Según correspondencia de Charles Darwin, recién descubierta, al científico —como buen hombre— le interesaba mucho el color del pelo de las mujeres y se preguntaba si el hecho de que fueran rubias o morenas influía en su éxito para reproducirse.
De acuerdo con la teoría de la selección sexual, el nevado paisaje del norte de Europa habría determinado una división del trabajo muy precisa: las debiluchas mujeres se quedaban en casa, y los hombres peludos iban a cazar lo único que había en las despensas escandinavas de la época: mamut, mamut y más mamut. Cosa muy diferente a los trópicos, donde los mangos y los tamarindos colgaban de los árboles, y las mujeres podían agarrar su canasta e «ir al súper».
Pero cazar mamuts debió producir una escandalosa mortandad masculina. En aquel entorno de feroz competencia para los hombres, en algún lugar de la actual Finlandia apareció la primera güera de la historia, con pelo amarillo, voz dulzona y rasgos más infantiles que los de sus hermanas. Seguramente destacó como lo haría hoy una rubia natural en un antro de Tepito.
La graciosa criatura debió dar sus primeros pasos de manera tímida, esperando nerviosa la reacción de los cazadores. Para su alivio, en lugar de apedrearla como a un fenómeno de la naturaleza, se lanzaron sobre ella; quizá aquella tarde hasta hubo ojos morados o miembros amputados. De ahí nació, sospecho, la eterna rivalidad entre morenas y rubias.
Expresiones populares
- güera de rancho. Se dice de una mujer de piel blanca y pelo rubio que proviene de un medio rural: «En Chipilo hay pura güera de rancho».
- güera oxigenada. Se emplea de forma despectiva para aludir a una mujer cuyo «rubio» es producto del agua oxigenada que contiene el tinte: «Hubieras visto cómo vino vestida mi vecina, la güera oxigenada, a la fiesta».
- güera pelos de elote. Hace referencia a una mujer que, debido a los químicos de los colorantes, tiene el cabello maltratado, como pelos de elote.
- güera mono negro. Se dice de una mujer que tiene la melena de la cabeza rubia y el vello púbico negro. A éste suele llamársele vulgarmente «mono», por analogía con el color y la apariencia.
Conoce más acerca de las rubias en Algarabía 103.