Un hombre con visión
El más antiguo vestigio de su trabajo data de 1472, desde entonces su talento y relevancia lo impulsaron a brillar hasta nuestros días. Ningún otro pintor ha tenido mejor reputación ni ha sido más admirado.
Leonardo da Vinci fue el primero en encarnar el ideal renacentista como pensador universal. Sus intereses lo llevaron a estudiar pintura, escultura, arquitectura, música, ingeniería, anatomía y, según expertos, hasta gastronomía. Otros biógrafos mencionan su inconstancia y su tendencia a dejar proyectos inconclusos.
Su curiosidad insaciable e imaginación ilimitada quedaron registradas en infinidad de textos y diarios que ya eran famosos en su época. Se le atribuyen ideas, inventos y artilugios, y se han creado numerosos mitos alrededor de su obra. También se sabe que fue encarcelado por sus inclinaciones homosexuales y liberado por sus influencias.
Ha sido analizado y estudiado profundamente. La figura de da Vinci está inmersa en un aura de misterio y genialidad que desdibuja a la persona. Se cuenta que era un hombre bello y vigoroso que cantaba muy bien e inventaba lemas; se puede intuir su carisma al lado de un talento inconmensurable; no habría otra forma de entender por qué lograba encargos si su fama de inconstante y voluntarioso lo precedía.
Pintura
Preparando el pigmento
Desde pequeño, Leonardo ejercitó el dibujo y, destinado como estaba a elegir su profesión, no dudó ni encontró impedimento para seguir los pasos del arte. Es necesario comprender el contexto de aquella Florencia renacentista y en plena construcción como ciudad y Estado. Además, en el siglo XV no sólo nació y se educó Leonardo, sino que se imprimió el primer libro y se descubrió América. Gracias a los contactos de su padre ingresó como aprendiz al taller del pintor Andrea del Verrocchio (1435-1488), donde permaneció más de cinco años y aprendió los cánones de composición, arquitectura, escultura, dibujo, geometría, técnicas pictóricas, preparación de superficies y tablas, uso de pigmentos, así como fabricación de herramientas para pintar.
Leonardo di Ser Piero da Vinci fue hijo ilegítimo de Caterina da Vinci, a su vez ilegítima, pero criado en la casa paterna por su madrastra Albiera di Giovanni
Al taller de Verrocchio llegaban muchos encargos, por lo que el maestro empleaba a ayudantes para poder cumplir las demandas de sus patronos y clientes. Entre los compañeros de Leonardo estaban Perugino, Lorenzo di Credi, Francesco di Simone y su gran amigo Sandro Boticelli.
Este séquito se encargaba de preparar las pinturas y las tablas, construir bastidores e, incluso, pintar directamente en las obras del maestro. Giorgio Vasari (1511-1574), biógrafo de Leonardo, relata que una vez Verrocchio tenía tanto trabajo fuera del taller que encargó a su joven aprendiz terminar durante su ausencia un ángel en El bautismo de Cristo; el muchacho puso manos a la obra, pero a su manera: no al temple sino al óleo, de modo que los ropajes ganaran riqueza en texturas y sombras. «Realizó esa imagen con tal perfección que resultó superior a las de Andrea del Verrocchio. Éste, molesto porque un niño sabía más que él, no quiso a partir de entonces volver a pintar», apuntó Vasari. El aprendiz había superado al maestro.
Andrea del Verrocchio, El bautismo de Cristo, ca. 1478.
De lo inacabado
El trabajo pictórico de Leonardo es escaso —no supera la treintena de cuadros— debido a que su obsesión por rebasar las fronteras del conocimiento lo obligó a estudiarlo todo —desde los secretos de las matemáticas hasta el vuelo de las aves— y casi no pintaba, de tal manera que abandonaba constantemente sus proyectos. Entre sus obras sin terminar sobresalen:
⁘ La adoración de los Magos (1481-1482), cuya impresionante perspectiva y composición dejan ver el perfeccionismo de Leonardo. En este cuadro destaca en el extremo derecho la figura de un muchacho que parece no estar involucrado con la escena, algo de fuera llama su atención; se presume que es un autorretrato.
⁘ San Jerónimo, que Leonardo abandonó en el taller de Verrocchio para marchar a Milán y servir a Ludovico Sforza «el Moro» hasta su caída en 1499.
⁘ El monumento ecuestre (1488-1489), que pretendía rendir gloria eterna a la memoria de Francesco Sforza, padre del Moro. Se trataba de un conjunto monumental de caballos fundidos en bronce. Para el proyecto Leonardo realizó cientos de bocetos —incluso llegó a preparar un modelo en barro, presumiblemente a tamaño real—. Al final, por una amenaza de guerra, el bronce necesario para fundir la obra fue destinado a la producción de cañones.
⁘ La Virgen, Santa Ana, Jesús y San Juan, de la que se conserva sólo el cartón.
Ʉ Retrato de Isabella d’Este, boceto que realizó a su mecenas y gran admiradora; prometió convertirlo en cuadro al llegar a Florencia, pero esto nunca ocurrió.