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Richard Wagner

Richard Wagner fue un gran compositor, director de orquesta, poeta, ensayista, dramaturgo y teórico alemán.

Mezcló su pasión por la literatura y la música clásicas para convertirse no sólo en uno de los máximos representantes de la ópera, sino también en referente ideológico de su época. Presentamos una breve reseña del proceso por el cual el director y compositor alemán se consolidó como ícono de la historia de la música.
Johanna Paetz dio a luz a su noveno hijo 
el 22 de mayo, en Leipzig. Apenas seis meses después, su marido, Karl Friedrich Wagner, murió de tifoidea. Ella se casó al año siguiente con el que había sido su amante desde hacía tiempo, el pintor y actor Ludwig Geyer —del cual se ha especulado no sólo un origen judío, sino la probable paternidad biológica del recién nacido.
El joven Richard, que usó el apellido Geyer hasta el día de su confirmación, mostró un temprano interés por la pintura, la música y la literatura. Mal estudiante, pero autodidacta decidido, tomó lecciones de piano y teoría musical a la vez que leía con voracidad y frecuentaba asiduamente los teatros. Muy pronto despuntó en la universidad por su vestuario y actitud extravagantes y comenzó a componer mientras ahondaba su estudio de armonía y contrapunto.
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Para evitar el servicio militar se mudó a Wurzburgo, 
en donde tomó el puesto de maestro de coro y se empapó del ambiente operístico; por aquel tiempo 
le fue ofrecida la dirección del teatro de ópera de Magdeburgo, en donde construyó su reputación de enérgico, competente y pionero director de orquesta, así como de negligente y desdeñoso pagador de deudas.
Fue por aquellos años que se enamoró de Wilhelmine Planer, una actriz de cierta notoriedad, con quien se casó en 1836; el matrimonio fue en extremo difícil, pues su desordenado y extravagante estilo de vida
—en el que, a pesar de sus exiguos ingresos, lucían numerosas batas de seda y enormes perros— le hizo huir una y otra vez de sus acreedores. Minna, mujer bella pero ordinaria, jamás le perdonó que tirara una y otra vez por la borda toda posible estabilidad financiera por su irresponsabilidad, aventuras políticas y creaciones «vanguardistas».
La pareja se refugió en París. Sin embargo, Wagner volvió a endeudarse y fue encarcelado durante algunas semanas; entonces se vio obligado a hacer arreglos orquestales, a componer canciones por encargo y a escribir artículos y cuentos para periódicos. Entretanto, sus zapatos carecían de suelas, su hambreado perro 
lo abandonó y sólo le alcanzaba para comer papas. Finalmente, a pesar de las adversidades económicas, Wagner logró estrenar sus más recientes creaciones con gran éxito.
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Además de conversador, lector y escritor compulsivo, Wagner fue quizá el único compositor intelectual 
en sentido amplio: versado en historia, filosofía, lingüística, política, mitología, literatura y arte. De manera particular, sus lecturas filosóficas tuvieron una impronta fundamental en su obra. Richard escribió numerosos panfletos y discursos sediciosos, convencido como estaba de que la única manera de derribar un sistema injusto y podrido sería prendiendo fuego a todo. Así, cuando en 1848 estalló la revolución, 
se encontraba en primera línea de las barricadas, arengando al pueblo, clamando a favor de una república y fabricando cartuchos.

Ópera alemana

De nuevo huyendo, se exilió en Zúrich —como siempre, subvencionado por familiares y amigos; entre ellos su futuro suegro, el famoso Franz Liszt —. Luego de haber experimentado con las formas italiana y francesa —a las que consideró decadentes y huecas— en su segunda y tercera óperas, Wagner se propuso explotar y llevar al máximo las potencialidades de la alemana.
En 1870, año en que estalló la guerra franco-prusiana, se estrenó «La valquiria», segunda de las cuatro óperas que componen el ciclo de El anillo del nibelungo.
Fue en ese punto, en su periodo medio, cuando logró una fusión sin paralelo entre la partitura y el drama, la orquesta y la voz, con lo que creó un continuo solemne, unificado, majestuoso y poderoso como nunca se había visto ni escuchado. Todo eso, en consonancia con sus obras teóricas, que datan del mismo periodo y en las que sentó las bases para la renovación de la ópera y la exaltación de la cultura alemana. Volvió a las raíces del teatro griego para crear una Gesamtkunstwerk —«obra de arte total»; término acuñado por Wagner, refiere a una obra que integra a todas las artes— en la que música, poesía, danza, teatro, arquitectura y pintura se fundieron en extraordinario pie de igualdad.
A los 20 años escribió el libreto y la partitura de su primera ópera completa que, sin embargo, no se estrenó en vida del autor —de la segunda, apenas vio una sola presentación—.
Consagró su paso de la teoría a la práctica con la monumental saga de El anillo del nibelungo, obra dividida en un prólogo —«El oro del Rin»— y tres partes —«La valquiria», «Sigfrido» y «El ocaso de los dioses»—. Utilizando su agudísima penetración psicológica y dramática, además de miles de motivos conductores —leitmotiv1 Reminiscencias temáticas o expresiones sentimentales musicalizadas.—, se embarcó en una de las empresas artísticas individuales de mayor escala y complejidad de la historia: fueron 26 años dedicados a crear 17 horas de ópera, con libreto, música, orquestación e indicaciones escénicas, todas de su puño y letra.
Para conocer más sobre la vida y obra de este gran músico, consulta Algarabía 111.

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