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Lance Wyman

Si la Ciudad de México fue el escenario de la modernidad, el fenómeno visual se debió en gran parte a la genialidad de un visionario diseñador industrial, cuya obra es hoy fundamental en la historia del diseño: Lance Wyman.

Para aquellos que a finales de los años 60 vivíamos en la Ciudad de México, tres sucesos nos hicieron entrar en la modernidad: podíamos hablarnos de tú con ciudades como Tokio, Roma, París o Londres, con las que compartíamos haber sido sede de unos Juegos Olímpicos; teníamos un tren subterráneo —el metro— y, por si fuera poco, se avecinaba un Mundial de Futbol.
Si para todos los mexicanos la experiencia fue imborrable, para quienes después decidimos estudiar diseño, no sería un desatino afirmar que nuestra incipiente cultura visual fue generosamente alimentada por los programas de identidad gráfica de los que fuimos testigos de 1968 a 1970.
Si la Ciudad de México fue el escenario, la paternidad de ese fenómeno visual se debió en gran parte a la genialidad de un visionario diseñador industrial, cuya obra es hoy fundamental en la historia del diseño: Lance Wyman.

Una ciudad impresionada por lo visual

El recuerdo de aquel 1968 me viene a la mente como uno de los años más plenos de mi vida. Cómo no recordar la emoción con la que admiraba esos maravillosos carteles con los que mis hermanos llegaban a la casa para decorar las recámaras: los estupendos pósters de la Olimpiada Cultural —en especial los de Milton Glaser, Michael Gross y Bob Pellegrini—; los escuditos metálicos que venían como regalo en las bolsas del detergente, con los pictogramas de las disciplinas olímpicas; los uniformes de edecanes, jueces y deportistas mexicanos; el diseño de la antorcha olímpica, la paloma de la paz y el lema «Todo es posible en la paz»; los kioscos de información turística, los rótulos de los transportes; los pendones en las sedes olímpicas, los boletos; la Villa Olímpica, la Ruta de la Amistad y sus esculturas: una total borrachera de imágenes, volúmenes, formas y colores en un país en donde el color, tal y como lo comprendió Lance Wyman, es una fiesta.

Y un año después, un 4 de septiembre de 1969, el Metro con sus 16 primeras estaciones y sus 12.66 km de recorrido: el símbolo de la M y el logotipo con esa tipografía tan particular; el intenso color magenta que identificaba la línea 1 y el vivo naranja de los trenes; los pictogramas de las estaciones y los señalamientos que en la noche permanecían iluminados; los relucientes andenes de mármol y los fotomurales en blanco y negro con los que inicialmente se decoraron éstos.

El actor clave

En 1966 Lance Wyman viaja por vez primera a la Ciudad de México para participar, junto con el diseñador inglés Peter Murdoch —a quien el arquitecto Ramírez Vázquez descubriera en la revista Domus—, en el diseño del sistema de identidad gráfica de los Juegos Olímpicos de 1968. Para Wyman, este viaje fue el principio de una experiencia que influyó de manera definitiva tanto en su vida personal como en la forma de percibir el diseño.

Él sostiene que la rica experiencia profesional ahí obtenida constituyó un continuo referente en su trayectoria como diseñador. Del sistema de identidad gráfica de México 68, Philip B. Meggs, en su libro A History of Graphic Design, ha dicho: «Medido en términos de originalidad gráfica y de innovación funcional, así como por su utilidad para los miles de visitantes a la xix Olimpiada, el diseño del sistema gráfico desarrollado por Wyman y sus colaboradores en México, ha sido uno de los más exitosos en el desarrollo de los sistemas de identidad gráfica».
Conoce el proyecto del metro de la Ciudad de México y los pictogramas diseñados por Wyman en Algarabía 100.

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