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Adicción a la comida chatarra

The new York Times que muestra, en unas cuantas líneas, de qué va la ciencia de la comida chatarra.

—La extraordinaria ciencia de la comida chatarra— Todos, perdón, quise decir todos, hemos comido algún tipo de churrufleto,1 Supuesta marca de alimentos chatarra que pretende generalizar, despectivamente, este tipo de chuchulucos. bien por gusto, por hambre o por mera presión social, y pese a las campañas en contra del consumo de estos productos, seguimos pensando: «Vaya, tampoco son tan malos».

La razón de este pensamiento —se nos explicará más adelante— es que están diseñados para que pensemos eso. Así es, ni más ni menos, aunque suene a fantasía; pero dejemos la plática para después, mejor lea el siguiente texto, un extracto y adaptación del artículo publicado en The New York Times que muestra, en unas cuantas líneas, de qué va la ciencia de la comida chatarra.

Cuenta la leyenda…

Que en la tarde del 8 de abril de 1999 los once hombres que controlaban las más grandes compañías de comida en los ee. uu., cuya jerarquía estaba definida por su habilidad para conseguir lo que ellos llamaban «cuota estómago»,2 Cantidad de espacio digestivo que la marca de cualquier compañía pueda tomar de la competencia. se reunieron para poner fin a cierta conexión que a últimas fechas se estaba vinculando con sus productos: los cigarros. En dicha reunión, una de las representantes en contra de la mala alimentación comentó: «Como cultura, nos hemos dedicado a hablar del peligro que representan las compañías tabacaleras para los niños, pero nos quedamos de brazos cruzados mientras las compañías de comida hacen exactamente lo mismo». Se propuso entonces crear un código para guiar los aspectos nutricionales de la comercialización de la comida, especialmente la dirigida a los niños —por la importancia que la comida y las bebidas envasadas tienen en el sobreconsumo—: disminuir el uso de sal, azúcar y grasa, y quizá imponer límites a toda la industria… Todo muy lindo, pero los intereses económicos son primero.

De cuando lo sano se convierte en un postre

La marca Yoplait transformó el tradicional yogur sin azúcar del desayuno en un auténtico postre. Agregaron el doble de azúcar por porción, igual que al cereal con malvaviscos Lucky Charms. Gracias al buen cuidado de la imagen de estos dos productos y a una excelente campaña de publicidad, las ventas de Yoplait se dispararon, pues toda buena madre que se jacte de serlo sabe perfectamente que no hay nada más nutritivo que un buen cereal acompañado de yogurt. Y qué mejor si éstos son deliciosos.
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Pero detrás de esta sabrosa combinación está la «curiosa» forma en la que los empresarios decidieron cómo serían los nuevos —o, a decir de ellos, «mejorados»— productos: «los consumidores son “volubles”, algunas veces se preocupan por el azúcar, otras por la grasa. Así pues, actuamos responsablemente tanto para el público como para los accionistas al ofrecer productos que satisfacen a quienes hacen dietas, pero que saben bien».

Sabido es que la comida azucarada, salada y grasosa no es buena en las cantidades en que la consumimos. Entonces, ¿por qué siguen disparándose los índices de obesidad, diabetes e hipertensión? Por una parte, la débil fuerza de voluntad —que sumada a la falta de ejercicio, ya va para raquítica— por parte del consumidor; por la otra, la manía, insistencia o como quieran llamarle de los fabricantes de alimentos de «darle a la gente lo que quiere».

«Los Cheetos son una de las mejores comidas creadas del planeta, en términos de placer puro. Una de sus mayores cualidades es que se deshacen en la boca, por lo que hacen creer al cerebro que no contienen calorías… y entonces podrías seguirlos comiendo por siempre» Steven Witherly, Why Humans Like Junk Food

Cuando esa energía no es utilizada por sedentarismo o falta de actividad física en general, ésta es convertida en tejido adiposo y almacenada en el cuerpo —general y tristemente, en zonas en las que uno simplemente desearía no «guardar» grasa.

Por inconsciencia, falta de tiempo o simple placer: sea cual sea la razón para elegir alimentos procesados, cada bocado y trago que se da a un producto «chatarra» se convierte en energía que, por sus propiedades, difícilmente será utilizada por el organismo.

El metabolismo es el proceso por medio del cual el organismo convierte los alimentos ingeridos en energía para desarrollar sus funciones.
 Las calorías (cal) son la unidad de medición de energía que aportan los alimentos, sin determinar éstas el tipo ingesta del que se trata —es decir, si éstas son calorías con nutrientes o «calorías vacías».

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¿Tiene usted idea de cuántas calorías contienen los alimentos procesados más comunes?

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