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Tiempos modernos

Charles Chaplin y la película Tiempos modernos.

La llegada del cine sonoro fue para Charles Chaplin un gran desafío. Él había ganado fama mundial con el lenguaje universal de la pantomima; si el pequeño vagabundo y sus otros personajes comenzaban a hablar en inglés, pronto serían incomprensibles para gran parte de su público internacional.

En 1931, Chaplin predijo equivocadamente que el cine sonoro no duraría ni seis meses, y le comentó a un entrevistador que «el diálogo puede o no tener un lugar en la comedia… el diálogo no tiene lugar en la clase de comedias que hago… En cuanto a mí yo sé que no puedo utilizar el diálogo.» Cuando el entrevistador le preguntó si había tratado de usar la palabra hablada en sus películas, él respondió: «Nunca intenté saltar del monumento de la Plaza de Trafalgar, pero tengo una idea definida de que sería poco saludable… Durante años me he especializado en un tipo de comedia —estrictamente pantomima. Lo he medido, medido qué… ¡estudiado! He sido capaz de establecer principios exactos para calcular las reacciones en el público. Tiene un cierto ritmo y tempo. El diálogo, a mi modo de pensar, siempre ralentiza la acción, porque la acción tiene que esperar a las palabras». «El diálogo, a mi modo de pensar, siempre ralentiza la acción, porque la acción tiene que esperar a las palabras.» —Chaplin

Con Tiempos modernos Chaplin protestaba en contra del cine sonoro sincronizado. Éste fue su último filme de larga duración del “cine mudo”, pues no se utilizan diálogos tradicionales: las voces han sido sincronizadas en la película, los sonidos no emanan de las máquinas y la voz real de Chaplin se oye cantar una canción de imaginarios, el sinsentido del galimatías. Efectos de sonido y una banda sonora original —con inclusión de diversos temas musicales de «¡Aleluya, soy un vago», «Canción del Prisionero» y «En la noche, a la luz de la luna»— complementan y destacan su pantomima.

Foto tomada por James Frid para Pexels.

En Tiempos modernos, el todavía mudo vagabundo hace su última aparición en la pantalla grande. El mundo en el que hizo su despedida fue muy diferente de aquél en el que había nacido, antes de la Primera Guerra Mundial. Chaplin se dispuso a transformar sus observaciones e inquietudes sobre la inestabilidad producida por el auge del nacionalismo en Europa, en comedia.

El vagabundo, descrito en los créditos de la película como «un trabajador de fábrica», es ahora uno de los millones que hacen frente a los problemas de la década de 1930, que no son tan diferentes a las ansiedades del siglo XXI: la pobreza, el desempleo, las huelgas, la intolerancia política, las desigualdades económicas y la tiranía de la máquina sobre el hombre. La película muestra escenas de corte futurista que bien podrían haber sido influenciadas por el filme Metropolis (1927), de Fritz Lang.

Una escena memorable es cuando Chaplin resulta elegido como conejillo de indias para probar y demostrar un dispositivo de alimentación. Naturalmente, el servidor de mazorca de maíz giratorio se vuelve loco, la sopa se cae y los pernos de metal se meten en la boca en lugar de la comida. El Presidente de la planta no está contento con la demostración: «No es bueno — no es práctico».

Todas las escenas muestran, mediante el ya conocido ingenio cómico de Chaplin, un mundo moderno más interesado en producir y consumir que en el bienestar de sus habitantes. La película es un retrato fiel a la realidad ignorada de la clase obrera y al mismo tiempo es un protesta en contra del nuevo cine que hacía que las películas dejaran de tener un idioma universal para convertirlas en productos exclusivos.

A través de su pantomima, Charles Chaplin alza la voz para denunciar las injusticias de un mundo tan automatizado, excluyente y ridículo que era capaz de producir un cine sonoro que no correspondía con su ideal de lo que la comedia debía de ser y transmitir.

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