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John Wesley Hardin

Después de la guerra civil estadounidense, en el sur dominaba la ley sangrienta de la supervivencia: el resultado azaroso del juego era equivalente al del presente en cada lugar. Estas tierras furiosas parieron a John Wesley Hardin, en 1853

I
Después de la guerra civil estadounidense, en el sur dominaba la ley sangrienta de la supervivencia: el resultado azaroso del juego era equivalente al del presente en cada lugar. Nada era cierto y la vida bullía en las intolerantes tabernas, y las pendencieras jornadas las habitaban indios, putas, gambusinos, rancheros y vaqueros. También, en aquellos oceánicos desiertos sureños, el sol sombreaba las figuras ermitañas e indiferentes de hombres que no eran gobernados por la ley. Estas tierras furiosas parieron a John Wesley Hardin, en 1853, y al cual los biógrafos le atribuyen 44 muertes; la primera —a sus 15 años— le quitó la vida a «Mage» Holzshauzen, un esclavo con el que sostuvo un pleito.
II
Bob Dylan lo llama, como si fuera otro folclórico Robin de Loxley, «amigo de los pobres» en su canción «John Wesley Hardin». Los testimonios de su vida relatan hechos contradictorios, como sucede con su coetáneo Jesse James. Mientras unos lo llaman impío y despiadado, otros lo retratan como un hombre amistado con caballos, mendigos y que sacudía las cabelleras de los niños. Se casó con su único amor, Jane Bowen, una bella y agraciada mujer que le dio cuatro hijos.
III
Se dice que nunca tuvo un rival a su altura en el manejo y rapidez de la Colt y que admiraba el valor y el arrojo. En 1871 llenó de plomo a cinco cuatreros enfilados frente a él, en un duelo asimétrico, que, sin embargo, abatió al quinteto en el intercambio y, por esto, ofrecieron una fortuna de 4 mil dólares por su cabeza. Vivo o muerto. Una fortuna. Su mala fama lo llevó a aguardar en el cobijo del bosque y en la mudez del desierto, como un coyote que abrió la yugular de un niño y que ahora está condenado al acecho de los hombres. El asesinato de un sheriff provocó el linchamiento de su hermano y otros familiares, y el forajido fue finalmente atrapado por más de 20 oficiales. Fue condenado a 25 años de prisión, y salió por libertad condicional después de 17. Entre los relatos de su vida en prisión dice que mucha gente acudía para verlo, «desde la más vetusta dama hasta la señorita que estaba en la adolescencia».
IV
Como la emergencia de lo sagrado y de lo profano, el recluso Wesley abandonó las leyes de la naturaleza y aprendió las del hombre en el perímetro de la celda hasta convertirse en abogado. Nunca olvidó a Jane. Escribió: «Do you think that it would be impossible for me to forget you. (…) One who you well know I love and adore above all others…?»1 Jesse Wolf Hardin, John Wesley Hardin &The Shootist Archetype, 2006.. Afuera, la humanidad ya rodaba con neumáticos y se iluminaban las calles con luz eléctrica; Dvorak entonaba la Sinfonía del nuevo mundo, Víctor Hugo redactaba La leyenda de los siglos y el tiempo se congelaba en los negativos Kodak.
V
Cuando Wesley Hardin salió libre bajo palabra llevaba más de un año viudo y comenzó a redactar su propia biografía: «Yo tenía la conciencia feliz, de saber que he hecho todo lo que el coraje y la fuerza pueden hacer». Los biógrafos dicen que el abogado y escritor buscaba cambiar de vida; mas la rama estaba torcida desde la raíz, el veneno inundaba las venas, y como si estos azotes tuvieran que ser traicionados para quitarles la vida, el sheriff John Selman disparó por la espalda a Wesley Hardin cuando tiraba los dados en el saloon Las Cumbres, mientras las hirvientes arenas de la calzada de El Paso, en Texas, retozaban con el viento hasta volverse tornados. Después todo se calmó, como si la existencia fuera una enfermedad y la muerte de John Wesley Hardin sosegara su fiebre, un momento.

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