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JUGLARES DESCRITOS POR GRANDES ESCRITORES

Eduardo E. Heftye Etienne
JUGLARES DESCRITOS POR UN PAR DE GRANDES ESCRITORES

Es interesante resaltar que dos de los últimos tres escritores latinoamericanos que han obtenido el Premio Nobel de Literatura, tanto el colombiano Gabriel García Márquez como el peruano Mario Vargas Llosa, hayan reconocido en su obra a ciertos exponentes de la tradición oral, es decir, a verdaderos juglares que a través de sus historias o de su música lograron transmitir diversas experiencias o sucesos a sus oyentes. En estricto orden de aparición, que comprende exactamente un par de décadas, a continuación haré referencia a las obras que abordan a tales personajes:

El juglar de juglares en Cien años de soledad (1967)

En esta más que reconocida y aclamada novela, García Márquez dedica un par de párrafos a la existencia de un personaje legendario llamado Francisco el Hombre, un juglar del folklore vallenato de la región del caribe colombiano, de la siguiente manera:

«Meses después volvió Francisco el Hombre, un anciano trotamundos de casi 200 años que pasaba con frecuencia por Macondo divulgando las canciones compuestas por él mismo.  En ellas Francisco el Hombre relataba con detalles minuciosos las noticias ocurridas en los pueblos de su itinerario, desde Manaure hasta los confines de la ciénaga, de modo que si alguien tenía un recado que mandar o un acontecimiento que divulgar, le pagaba dos centavos para que lo incluyera en su repertorio. Fue así como se enteró Úrsula de la muerte de su madre, por pura casualidad, una noche que escuchaba las canciones con la esperanza de que dijeran algo de su hijo José Arcadio. Francisco el Hombre, así llamado porque derrotó al diablo en un duelo de improvisación de cantos, y cuyo verdadero nombre no conoció nadie, desapareció de Macondo durante la peste del insomnio y una noche reapareció sin ningún anuncio en la tienda de Catarino. Todo el pueblo fue a escucharlo para saber qué había pasado en el mundo… Aureliano fue esa noche a la tienda de Catarino. Encontró a Francisco el Hombre, como un camaleón monolítico, sentado en medio de un círculo de curiosos. Cantaba las noticias con su vieja voz descordada, acompañándose con el mismo acordeón arcaico que le regaló sir Walter Raleigh en la Guayana, mientras llevaba el compás con sus grandes pies caminadores agrietados por el salitre.»

El hablador (1987)

Además del cronista, que es precisamente Vargas Llosa, el personaje principal de esta novela –que no es precisamente una de sus obras más conocidas–, es un narrador ambulante de la tribu machiguenga, una etnia que habita en las regiones más apartadas de la selva amazónica del Perú. Este personaje es quien tiene a su cargo transmitir a la gente de su tribu los mitos, las creencias y las costumbres de su propio pueblo —en términos prácticos, pertenece al grupo de los juglares—.

«Porque hablar como habla un hablador es haber llegado a sentir y vivir lo más íntimo de esa cultura, haber calado en sus entresijos, llegado al tuétano de su historia y su mitología, somatizado sus tabúes, reflejos, apetitos y terrores ancestrales.” Para eso, “recorría los bosques de mi país llevando y trayendo las anécdotas, las mentiras, las fabulaciones, las chismografías y los chistes que hacen de ese pueblo de seres dispersos una comunidad y mantiene vivo entre ellos el sentimiento de estar juntos, de constituir algo fraterno y compacto.»

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