Una de las más deplorables características de nuestra época es la de no permitirnos gozar íntegramente de ninguna cosa, persona, ni situación. Apenas adquirido, un nuevo modelo con mayores ventajas viene a tentar nuestra mutable ambición y nos incita a abandonar el no agotado placer de un idilio, de un coche, de una corbata, de una casa, trocándolos por aquel que ostenta la novedad de convertirse en algo mejor que el anterior.
La producción en serie nos arrebata bruscamente un afecto que apenas empezaba a fructificar en el ajuste tibio de nuestra persona, nos quita de las manos el juguete y nos deja ante el enigma de uno nuevo, frío, cuyas luces no sabemos bien cómo se encienden, cuyo clutch no obedece a nuestra anterior coordinación motriz —y vuelta a adaptarnos, para que unos meses después el fenómeno se repita. ¿Quieres saber más?
¡Escúchanos!
Imposible de superar: King Kong
Tenemos nuevo podcast.