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Pusilánime

Era un tipo de esos que pasan desapercibidos, de esos que aunque guapo y de buen ver, no se deja ver después de visto, por ser pusilánime, justo eso, pusilánime. Si usted conoce o llega a conocer a alguien así lea esta nota y haga como yo y húyale como la rabia.

Era un tipo de esos que pasan desapercibidos, de esos que aunque guapo y de buen ver, no se deja ver después de visto, por ser pusilánime, justo eso, pusilánime. Y ese término le queda más que pintado porque de acuerdo con el diccionario viene del latín pusillanĭmis y está compuesto por las raíces latinas pusillus pequeño y anima alma, es decir «de alma pequeña» justo lo que él era.
Esa palabra se refiere a un hombre que es como él, apocado y «falto de empuje, con poco ánimo, voluntad y valor para tolerar las desgracias o para intentar cosas grandes». María Moliner lo describe perfectamente, lo describe mejor que yo que lo conocí, que me junté con él, que lo padecí, haga de cuenta que me leyó la mente, quizás ella que hizo este diccionario del uso del español conoció a alguien como él, porque dice y dice bien que es alguien «corto, apocado, de poca intención; alguien de poco ánimo para emprender cosas o arrostrar peligros o dificultades». Un hombre «apocado, cohibido, corito, poca cosa, pobre de espíritu» y agrega «un pobre hombre, mandria, pendejo, parapoco, cobarde, parado, tímido, vergonzoso».
Todo eso y más porque un pusilánime por serlo va por la vida sin hacerse cargo del mismo, ni de los actos que comete ni de las palabras que dice ni, evidentemente de las consecuencias de los mismos, causando más mal que un tornado, ya que uno acaba confundida, con la culpa encima —porque él con su carita ¡cómo va a hacerle uno mal!— y aun después de años sigue pensando si hizo bien o mal en mandarlo a freír espárragos.
Y es que un pusilánime —como él era— es lo que define el DSMV IV como pasivo-agresivo y causa más daño que cualquier otro. Seguro se lo pueden imaginar hablando quedito, «apocado, inútil, de escaso o ningún valor, temeroso, medroso, encogido, cabizbajo», pero urdiendo tramas para salirse con la suya, para engatuzar con su actitud mezquina y bajanera y así conseguir lo que se propone, para lavarse las manos después de sus fechorías y seguir así dando lástima.
Si usted conoce o llega a conocer a alguien así, relea esta nota y haga como María Moliner y yo y húyale como la rabia.


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