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Chauvinismo o chovinismo.

¿Qué se esconde detrás de tan extraña palabra?

Esta palabra, que se escribe indistintamente: en español, chovinismo, o con ortografía francesa, chauvinismo; es usada frecuentemente en libros de historia, política o diarios comunes para nombrar el patriotismo belicoso por un «gran entusiasmo nacionalista». Es chovinista aquel que tiene un patriotismo agresivo y hasta paranoico, con delirio de grandeza, que desprecia todo lo que no sea o provenga de su nación. Extrapolándolo, incluso puede llegar a significar racista o sexista.

La palabra la regaló al idioma francés —y después a muchos otros— Nicolas Chauvin, soldado del Grand Armée de Napoleón, quien se distinguió por su valentía y fanatismo en diversas campañas; se ganó 17 heridas —más graves de lo que debían ser gracias a la primitiva medicina de entonces— y una generosa pensión.

La leyenda de Chauvin creció a la par de la del emperador y, de hecho, llegó a ser el símbolo del soldado abnegado y patriota. Los grandes chovinistas Dumas y Hugo —junto a muchos otros— contribuyeron a que en el siglo XIX la leyenda tomase la forma de una palabra universal que bien podría aplicarse a uno que otro pedante a quien se le ocurra decir cosas como: «Los vinos de Francia son los mejores del mundo», cosa que sabemos que es, además de chovinista, en cierto modo falsa, porque estarían siendo menospreciados los excelentes vinos de España, Italia, Chile, EE. UU. y Australia, entre otros.

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