Este hombre podía sentir en sus manos el tormento de los gatos al despedazarlos. A veces los mataba antes de comérselos, pero si estaba muy hambriento, no esperaba a quitarles la vida para devorarlos. Comió 174 gatos en poco menos de un año; al no encontrar más para comer, optaba por el pasto, del cual llegó a ingerir hasta 2.3 kilogramos por jornada.
Era tan inusual su apetito que la Marina Real británica decidió hacer experimentos para evaluar su capacidad de alimentación.
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