Un adolescente chino entra iracundo
al gimnasio de su escuela para retar a otro joven —británico—, porque éste lo había golpeado y humillado frente a sus amigos.
El inglés acepta la pelea, pero le pide al otro que se ponga guantes de boxeo «para que no se lastime y sea una pelea limpia»
Lo que no saben los demás, es que el joven chino lleva semanas «practicando» —a su manera, con base en algunos libros que descubrió— algo de artes marciales: ha instalado un saco de arena en su cuarto en el que practica golpes todos los días.
–Érase una vez la acrobacia–
Empieza el primer round y el oriental, entre gritos y saltos, intenta sorprender al europeo en vano; éste lo evade con rapidez al tiempo que logra acertarle varios puñetazos. Luego de tres caídas, el chino termina,
más que vapuleado, impávido y más enojado que al principio, pero consigo mismo. En su escuela responde al nombre de «Bruce» Lee.
El fénix de San Francisco
Lee Jun Fan —su nombre real— nació el 27 de noviembre de 1940, entre las 6 y las 8 am— según la tradición china: «en el año y a la hora del dragón»— en la ciudad de San Francisco, California, debido a que su padre —actor de la ópera cantonesa— organizó una gira en los ee. uu. para que su esposa —de ascendencia china y alemana— no tuviera a su hijo en Hong Kong, donde era inminente una invasión japonesa por las confrontaciones de la ii Guerra Mundial.
Sus padres creían que a los bebés se les debía llamar con un nombre falso para que los malos espíritus no se los pudieran llevar. Por eso, durante algún tiempo, la madre de Bruce se refería a él como Sai-fon, ‘pequeño Fénix’. En el Hospital Jackson Grover fue registrado con el nombre de «Bruce» en su acta de nacimiento estadounidense. Esto él mismo no lo sabría sino hasta que fue inscrito en la escuela católica La Salle a los 12 años de edad.
De la pantalla a las peleas
Al regresar a Hong Kong, el padre de Bruce protagonizó varias películas, en las que no tardó en incluir a su hijo de apenas 6 años quien, por lo regular,
empezó a interpretar papeles de niño
problema —casi siempre un huérfano—
que se burlaba de las autoridades y
siempre terminaba involucrado en
pleitos callejeros.
El papel de Bruce en el cine no difería mucho del suyo en la vida real: era un niño inquieto, difícil de controlar, que se fue haciendo más necio y arrogante conforme padecía la segregación y el racismo del que eran objeto los chinos ante los ciudadanos británicos, quienes tenían siempre mayores privilegios.
Bruce, además de las peleas
escolares, se empezó a involucrar con pandillas callejeras.
Lo único que le entusiasmaba era bailar chachachá, del cual luego ganó el mayor campeonato de Hong Kong a los 18 años de edad.
Su padre, preocupado por su pésimo rendimiento escolar y su carácter violento, convenció al maestro Yip Man de que lo adoptara como aprendiz de wing chun —un arte marcial centrado en el combate a corta distancia.
Un día, Bruce le reclamó al maestro por qué no le enseñaba nada y éste le respondió que él era quien no quería aprender: al ponerlo en esas posturas era para hacerlo pensar, pues el wing chun ayudaba a aclarar las ideas, a canalizar las emociones por medio del cuerpo y así encontrar estabilidad espiritual. Bruce se disculpó e intentó calmar su ímpetu.
A pesar de sólo haber filmado 4 cintas de acción, Lee es sin duda el emblema, no sólo del género, sino de las artes marciales en general.
Luego de que Lee incursionará en algunas series de televisión, y que con el paso de los años adquiriera una actitud serena y filosófica, con sentido del humor, en 1971 el productor Raymond Chow lo convenció de filmar The Big Boss, que de inmediato se convirtió en todo un fenómeno social y de taquilla.
Aprovechando este furor, filmó Fist of Fury (1971), que lo consolidó como un maestro e ícono de las artes marciales. En 1972 escribió, produjo, dirigió e interpretó la cinta Way of the Dragon, filmada en Roma con el —hasta entonces— siete veces campeón mundial de Taang Soo Do: Chuck Norris. La pelea final, en el Coliseo, se considera «la escena cumbre» del género.
Lee siempre era «retado» en las filmaciones por alguno de los expertos en artes marciales que participaban en la producción o incluso por maestros de otras escuelas de Hong Kong. Él los disuadía pues era el primero en oponerse a la violencia
pero, si ellos insistían,
aceptaba el combate.
¿Por qué su muerte —para muchos— continúa siendo un misterio? Para conocer mejor la historia de esta leyenda y su legado, lee este artículo completo en la edición 136 de Algarabía.
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