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Las pasiones que habrían cambiado la historia

Porque la pasión es algo que nos supera, que nos perturba; algo sobre lo que no tenemos control, incluso el hambre, el sueño, las ganas de algo. Por eso, a veces, la pasión se sufre, y a veces se descubre sólo hasta ir por otro camino.

Ante el sentimiento del deber, enmudecen las más rebeldes pasiones.

Immanuel Kant
De la pasión pueden decirse muchas cosas porque los referentes a los que nos remiten son diversos: desde la pasión carnal hasta la Pasión de Jesucristo, por ejemplo, o la pasión como un gusto muy intenso por algo o alguien. No importa cuál sea la acepción la palabra pasión proviene de la acción de «padecer». Porque la pasión es algo que nos supera, que nos perturba; algo sobre lo que no tenemos control, incluso el hambre, el sueño, las ganas de algo.
Por eso, a veces, la pasión se sufre, y a veces se descubre sólo hasta ir por otro camino. Pero la mayoría de las veces, según estudios publicados en Business News Daily, muchos encuentran su pasión hasta desarrollar las habilidades particulares que los hacen diestros en algo. En este sentido, una buena parte de las veces es la pasión la que nos elige. Ella nos encuentra cuando el empeño mostrado en algo termina por dar frutos. Así que la frase «Seguir una pasión» quizá no sea pertinente en todos los casos. Pero en las siguientes historias, haber seguido su pasión y luchado por ella habría transformado muchas de las páginas de los libros de historia mundial.

Fidel Castro

Castro era tan buen beisbolista —y su pasión, tan grande— que estuvo a punto de irse a los ee. uu. como pitcher de Los Gigantes. En los años 40, cuando era estudiante de la Universidad de la Habana, era tan bueno en el beisbol que los equipos de las Ligas Mayores empezaron a mandar cazadores de talentos para que confirmaran si sus lanzamientos de curva eran tan perfectos como se decía. En efecto lo eran, y los Gigantes de Nueva York le ofrecieron, en 1949, un contrato que iniciaba con un bono de 5 mil dólares para ir a jugar a los ee. uu. Pero Castro rechazó la oferta —al parecer fue el primer latinoamericano en hacerlo—, porque, para ese entonces, ya era un político activo y crítico del imperialismo estadounidense.
Curiosamente, el expresidente Hugo Chávez, también soñaba con ser jugador de Grandes Ligas en los ee. uu. Pero, en 1971, entró a la Academia Militar, aconsejado por su entrenador de beisbol —a quien él admiraba—, porque pensaba que podría ayudarle en su carrera deportiva.

Tony Blair

Otro caso es el del escocés Anthony Charles Lynton Blair, mejor conocido como Tony Blair. Aunque hoy trabaja como asesor de empresas energéticas y financieras, fue el primer ministro de Reino Unido que más tiempo duró en el puesto. Sin embargo, ni una cosa ni otra era lo que Blair quería hacer de su vida. Su ambición original no era la política: él quería ser estrella de rock. Y se lo tomaba en serio, porque había que ser arriesgado para vestir como él lo hacía, al estilo Mick Jagger.
Por un tiempo, formó parte de la banda The Ugly Rumours, y tenía sólo 19 años cuando se mudó a Londres para irrumpir en la industria musical. De hecho, por su amabilidad y su facilidad de trato, tuvo éxito como promotor de bandas, hasta que una mala decisión lo obligó a cambiar de camino. En 1972, después de un año de ganar credibilidad, consiguió un auditorio de 400 lugares para una presentación del grupo Free. El único problema fue que el mánager de la banda quería 25 mil libras por adelantado, y Blair no podía pagarlo. Así que, en lugar de Free, Blair contrató a otra banda, no tan famosa, llamada FruitBatMcTang, y sólo consiguió que entraran 60 personas, por lo que casi todos pidieron la devolución de su dinero. Fue entonces cuando renunció a su idea de promover el rock e ingresó en la Universidad de Oxford para especializarse en Derecho Sindical.

Adolf Hitler


Según Joachim Fest, uno de los biógrafos de Hitler, «exceptuando el arte, para él realmente no existía nada». Desde su juventud vendía postales, que él mismo pintaba, con vistas de la ciudad de Viena; y aunque sobrevivía en condiciones precarias, destinaba la mayor parte de sus ingresos en comprar utensilios de calidad y asistir a conferencias, talleres y presentaciones artísticas.
Sin embargo, además de la desaprobación que su padre sentía hacia su sensibilidad artística, Hitler fue rechazado de la Academia de Bellas Artes de Viena. Esto fracturó su ego y, con la posibilidad de eludir el servicio militar, se trasladó a Munich, dejando el arte como pasatiempo. Hoy, sus obras se exhiben en varios museos del mundo, pero imagine cómo habría cambiado la historia si Hitler hubiera sido aceptado en la Academia de Bellas Artes y hubiera perseguido su pasión artística.

Sigue a Karla Covarrubias en Twitter como @karla_kobach.

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