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Te oigo, pero no te escucho

No es lo mismo escuchar que oír, aunque en la actualidad se usen indistintamente y escuchar esté a punto de reemplazar a oír.

Es un hecho que el lenguaje está siempre en constante evolución y somos los hablantes quienes generamos ese cambio, pero a veces abusamos y nos pasamos de la raya, lo manejamos y manoseamos a nuestro antojo, y resultan usos como el de tráfico, cuando debería decirse tránsito, que, si bien en origen no eran lo mismo, hoy se usa tráfico en lugar de tránsito en todos los contextos, y quienes decimos tránsito recibimos miradas reprobadoras y nos tachan «de hacerle a la ultracorrección».

En fin, Algarabía seguirá hablando sobre los cambios en el lenguaje y en esta ocasión hablaremos de: escuchar y oír.

No es lo mismo escuchar que oír, aunque en la actualidad se usen indistintamente y escuchar esté a punto de reemplazar a oír. Escuchar —del latín ascultare— se refiere a prestar atención a lo que se oye, estar atento a lo que se dice, aplicar el oído; mientras que oír —del latín audire—significa percibir con el oído los sonidos, darse por enterado.

En conclusión, escuchar es una acción que va mucho más allá de sólo captar con el sentido, de ahí que la frase «Te oigo, pero no te escucho», sea atinada, pues decimos: «estoy dejando que hables y hables, pero no te estoy haciendo caso».

Lo que no es preciso es usar el verbo escuchar para decir que se oye o no la señal en el celular, o el ruido de un avión, o el timbre, o cosas por el estilo.

Valga esta nota para aclarar que en el imperativo del verbo oír se dice oye y no oi: «oye el avión», no «oi el avión».

 

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