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Ro po pon pon, ro po pon pon: los villancicos

¿Quién no se sabe al menos un villancico navideño? Son una tradición mágica en épocas festivas.

La música navideña ha sido una manera festiva de conmemorar el nacimiento de Jesucristo, y de difundir la paz, la fraternidad y el amor entre las personas en esta época del año. Así, los villancicos que cantamos en México —de tradición católica— resultan indispensables durante estas celebraciones, pues no sólo animan los motivos religiosos, sino que refuerzan una festividad que une lo espiritual con lo popular.

Los villancicos fueron, inicialmente, composiciones poéticas. Se desarrollaron a partir del zéjel, el cual es un poema de origen arábigo-español, inventado por el poeta ciego Mucáddam de Cabra. Un zéjel está formado por un estribillo de uno o dos versos, la mudanza de tres versos monorrimos y un solo verso de vuelta:

Los villancicos, por su parte, consistían en versos hexasílabos u octosílabos, acomodados de la siguiente manera: estribillo, de dos o cuatro versos; mudanza, constituida por una estrofa, a menudo una redondilla, vuelta o enlace, que consta de versos que repiten total o parcialmente el estribillo.

DE ESTROFA POÉTICA A CANCIÓN NAVIDEÑA

Durante la Edad Media, el villancico era una composición muy popular entre el pueblo. Por ello tomó el nombre que proviene de villano; es decir, una persona que vive en las villas o las aldeas, que eran quienes acostumbraban cantarlo. Sus temas, meramente profanos, tenían que ver con los sucesos locales, los encuentros y desencuentros amorosos, la naturaleza, las labores en el campo, los lamentos por la ausencia de algún ser querido y hasta con confidencias.

Ya en el Renacimiento español, y gracias a la imprenta, se tienen registros de estas composiciones en los primeros cancioneros que documentaron la poesía popular, tal como el de Stúñiga —1460-1463—, el de la Colombina —finales del siglo XV— y el de Palacio —principios del siglo XVI — .La versátil forma poética del villancico permitió que su transición a la música fuera de lo más natural —ya antes el recitador declamaba y el pueblo contestaba a coro el estribillo—. Uno de los representantes más destacados del villancico profano fue el músico y poeta Juan del Encino, considerado el padre del teatro español, quien compuso este tipo de cánticos para que fueran musicalizados y los incluyó en sus composiciones teatrales, llamadas églogas.

Hacia el siglo XVI, la Iglesia consideró buena idea acercar al pueblo a los misterios de la fe católica por medio de la música, de tal manera que comenzó a introducir los villancicos en las liturgias. Así fue como la composición y estos cantos se integraron a las festividades religiosas. Con la expansión española por el mundo, los padres misioneros utilizaron las mismas «estrategias musicales», apoyadas de actuaciones teatrales —autos sacramentales y pastorelas—, para evangelizar a los habitantes de América.

Los franciscanos trajeron los villancicos a México, y aunque solamente enseñaron los de temas religiosos, esto no impidió que los indígenas, cuando aprendieron la técnica para componerlos, lo hicieran tratando también argumentos amorosos, festivos y de humor. Se cree que el primer villancico que se cantó en nuestro país fue el que concluía un auto sacramental que se representó en Tlaxcala, en 1532, llamado La caída de nuestros primeros padres, que Motolinia tuvo a bien transcribir en su Historia de los indios de la Nueva España.

Así, desde el México virreinal existen villancicos de corte popular y culto, que se incorporaron también al campo teatral. Los primeros fueron escritos por compositores anónimos y se transmitieron por tradición oral; los segundos, a mano de notables poetas como sor Juana Inés de la Cruz, Pedro de Trejo y Fernán González de Eslava. En ambos se introducían elementos rítmicos propios del lugar, lenguaje local con palabras indígenas y africanas, y elementos del caló de la época, lo que los hacía particularmente distintos de los españoles:

Después del siglo XVIII, los villancicos fueron prohibidos en las celebraciones religiosas por su carácter popular, así que quedaron como cantos navideños sueltos que, con el paso del tiempo, se convirtieron en una práctica común que produjo un amplio catálogo de composiciones tradicionales. En la actualidad, el término villancico se refiere exclusivamente a las canciones navideñas que se cantan, en esas fechas. Canciones que, además, ya no conservan la métrica original, sino que se unifican, sencillamente, por la temática navideña y se cantan en las misas, las pastorelas y las posadas.

Lo que más le gusta a Josefina de la Navidad, además de la cena, son los villancicos; por eso espera con ansias cada año para cantar sin culpas el «Burrito sabanero».

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