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¡Qué bárbaro!

Las palabras que vamos incluyendo a nuestro léxico van ampliando los horizonte, que bárbaro es el lenguaje.

«Hi, Honey. Te aviso que me adelanto al súper para las compras de la cena, sólo que antes haré algo de footing con Claudia -a la que de paso le aviso de la party de mañana-. El Baby llega como a medio día, así que te encargo lo recibas y le des las thanks a Isa. Cualquier cosa, estoy en el phone.

Kisses, Maggie.»

Así era la nota que Margarita le escribió a su esposo poco antes de que saliéramos a hacer «algo de ejercicio» y a la que, yo creo, le imprimió tanto glamour porque no quería parecer una loser o de plano se le perdió el español.Según el DRAE, un barbarismo es un término extranjero que no ha sido incorporado totalmente al idioma, como souvenir, beige, best seller, ballet, block, boutique, boy scout, chef, copyright, gourmet, lunch, entre otros, muchos otros… ¿Será? Porque ahí no se queda la cosa: también dice que es una incorrección que consiste en pronunciar o escribir mal las palabras o en emplear vocablos impropios. Y es que bárbaro viene del latín barbarus que, a su vez, viene del griego βαρβαρος, /bárbaros/, cuyo significado es «extranjero», aunque su connotación se extiende aún más, ya que, efectivamente, se considera «bárbaro» a todo lo extranjero y, a partir de la visión helénica, inculto, grosero y tosco, al tiempo que se le relaciona con aquellos pueblos «bárbaros» que desde el siglo V invadieron, de manera fiera y cruel, el Imperio Romano y se extendieron por todos sus territorios hasta conformar la Europa medieval.

Y todo esto, ¿cómo se aplica en el uso de nuestro idioma?De una manera muy sencilla, pues al igual que un barbarismo puede ser un término extranjero cuyo uso avala la misma RAE, porque nutre nuestra lengua, también puede ser un abuso tanto en significado como en escritura de los términos de otras lenguas. Un ejemplo claro de ello es la palabra bizarro, que ahora muchos usan para designar algo sumamente extraño y hasta ridículo, tratando de calcarla del término bizarre, que tanto en francés como en inglés signifi ca «inusual o extraño», cuando en español tiene una acepción distinta: «valiente, generoso, lúcido o espléndido».

En cuanto a la escritura, hay dos aspectos importantes en su uso; el primero es que se debe diferenciar tipográficamente, ya sea entrecomillándolo o con letra cursiva, para marcar precisamente que es un término de otra lengua. El segundo es escribirlo correctamente, para lo cual se debe verificar que no se haya incorporado al español y revisar su ortografía en el idioma original, como en el caso de glamour, que conserva su forma gala y se escribe en cursivas.

Claro que en esto de verificar si el término se ha incorporado o no al español hay que tener mucho cuidado, porque aunque la RAE diga que, por ejemplo, el vocablo francés beige debe escribirse beis, es mejor adoptar la postura de uso —y estética— y aceptar que beige se ve, se escucha y se entiende mejor en su original francés que en el intento castellanizado. Lo mismo podemos decir de best seller, que realmente es mucho más claro para nosotros que el término superventas, que es el que registra el Diccionario panhispánico de dudas.

Así que, querido lector, la fórmula está en que no use los términos extranjeros a lo bárbaro o quiera escribirlos en su calco al español, aunque éste sea algo tan ininteligible que haya que decirle: ¡qué bárbaro!

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