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¿El o la?

No está usted para saberlo ni yo para contarlo, pero hay sustantivos que no nos dejan muy en claro si delante de ellos va el o la, un o una.

Normalmente empiezan con a y siendo ésta una vocal abierta, uno puede confundirse y a veces hasta tropezarse diciéndole él a ella y ella a él.

Ejemplos hay varios: agua, alma, arte, arena, aula, águila; y aunque otros incluso esconden tanta apertura con una h que precede a la a —como haba, hacha, hada, hamaca o harina—, lo cierto es que ni con ella logran disipar la incertidumbre.

La verdad disimulada de estas palabras es que son sustantivos femeninos, aunque algunos, efectivamente, son ambiguos. De acuerdo con el Diccionario panhispánico de dudas, a pesar de que una palabra sea femenina, se debe anteponer el artículo el—o un— cuando el sustantivo comienza con a tónica, es decir, la que lleva el acento fonético, aunque no sea gráfico y aunque vaya precedida de h.

Por ello se dice:

El águila es un ave majestuosa.

Águila y ave son dos términos femeninos que comienzan con a tónica, por lo que se les anteponen los artículos el y un. Aquí tiene más ejemplos:

Volteó a ver el aula y vio la puerta abierta.
El niño pensó que el hada era muy caprichosa.
Siempre creí que un haba era lo mismo que una habichuela.

No obstante, si el sustantivo no comienza en a tónica, se debe atender al género al que pertenece, como en los casos de aguamarina, arena, harina o hamaca:

La variedad más apreciada del berilo es la aguamarina.
La hamaca caía apenas unos centímetros sobre la arena.
Usó la harina sin cernir.

Ahora bien, todo cambia cuando entre el artículo y el sustantivo se escribe un adjetivo, porque entonces también se respeta el género del término, ya sea masculino o femenino:

Se antojaba sumergirse en la transparente agua.
Sería asqueroso sentir el filo de la sucia hacha en su cuello.
¿Un alma pura o un alma en pena? No se podía distinguir, por ello sólo decidí nombrarla «La Intrigante Alma».

Y también varía cuando se trata del derivado de uno de estos sustantivos y la sílaba tónica cambia de lugar:

Se estiraba y, con débil voz, pedía: «La agüita, la agüita».

Finalmente, tenemos que decirlo: es cierto, sí hay términos ambiguos que en ciertos casos pueden ser muy femeninos y luego muy masculinos, como azúcar, que, a pesar de su ambigüedad, se prefiere en masculino:

El café tenía un sabor singular, confundió la sal con el azúcar.

O arte, que, cuando va en singular, se usa como masculino:

Es bueno… de hecho, es genial en el arte de la guerra.

Y cuando va en plural, se usa como femenino:

No sabes todas las artes que empleó para convencerla.

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